Europa-Asia central

En Europa también se asesina a periodistas

El ambiente general en el que trabajan los periodistas se deteriora en el Viejo Continente, que tradicionalmente era seguro. Dos asesinatos en menos de cinco meses, en Malta y en Eslovaquia, coronan una serie negra que confirma un preocupante declive de las democracias en Europa. Malta (65º, -18) lo muestra: el asesinato de la periodista Daphne Caruana Galizia desveló el acoso judicial y las presiones que padecen a menudo los periodistas en el archipiélago. Esta bloguera sufría amenazas desde hacía años; además, cuando falleció, enfrentaba 42 procesos civiles y penales por difamación. En Eslovaquia (que cae hasta el lugar 27, -10), el asesinato de Ján Kuciak, un periodista de investigación de 27 años de edad que trabajaba en un caso de corrupción ligado con la mafia, provocó conmoción.

La retórica contra los medios de comunicación de ciertos líderes políticos

Los ataques y las presiones que sufre la prensa provienen cada vez con mayor frecuencia de los dirigentes políticos, que crean un clima de hostilidad hacia los periodistas. En Eslovaquia, las relaciones entre la prensa y el ex jefe del ejecutivo, Robert Fico, estuvieron llenas de incidentes. El primer ministro llegó a llamar a los periodistas "sucias prostitutas antieslovacas”, “idiotas” y “hienas”; asimismo, solía presentar denuncias en su contra. El presidente de la República Checa (34º, -11), Milos Zeman, no se queda atrás. Junto con el presidente ruso, Vladimir Putin, “bromeó” con "liquidar a periodistas”, a quienes ha llamado "bastardos" y "hienas". En una conferencia de prensa, Zeman esgrimió un fusil de asalto kalashnikov falso en el que estaba escrito: “para los periodistas".

En Hungría (73º, -2), el primer ministro, Víktor Orbán, declaró enemigo público a George Soros; el mandatario acusa al millonario húngaro-estadounidense de apoyar a medios de comunicación independientes que buscan "desacreditar" a Hungría en el ámbito internacional.

En Serbia, que experimenta un importante retroceso (76º, -10), el ambiente se ha vuelto más tenso desde que Aleksandar Vucic fue electo presidente. El ex primer ministro utiliza los medios de comunicación progubernamentales para intimidar a los periodistas y a menudo emplea términos como “traición” y “espías a sueldo del extranjero” para referirse a ellos. En Albania (75º, +1), el otoño pasado el primer ministro, Edi Rama, llamó a los periodistas “ignorantes”, “charlatanes”, “veneno” y “enemigos públicos”.

En Croacia, que experimenta un pequeño ascenso (69º, +5), la nueva coalición conservadora-liberal en el poder (Unión Democrática Croata (HDZ)-Partido Popular Croata (HNS)) considera la libertad de prensa un aspecto fundamental para un Estado miembro de la Unión Europea (UE). Sin embargo, en el país sigue siendo preocupante la creciente influencia de los discursos de odio y las dificultades para contenerlos; los violentos ataques verbales contra periodistas invaden el espacio público y los líderes políticos no los condenan con suficiente firmeza.

Una tendencia que se expande por toda Europa

Esta atmósfera nauseabunda no es exclusiva de los países de Europa Central. Otros líderes políticos han recurrido a una retórica no sólo desfavorable, sino peligrosa para los periodistas. En Austria, el líder del Partido de la Libertad de Austria (FPO), Heinz-Christian Strache, acusó a la radiotelevisión pública (ORF) de difundir mentiras. En España (31º, -2), el referéndum de independencia de Cataluña del 1 de octubre exacerbó las tensiones y creó un ambiente asfixiante para los periodistas; el desinhibido discurso de las autoridades catalanas hizo que aumentara el acoso en las redes sociales contra los periodistas no independentistas.

Francia (33e, +6) no es una excepción. En la campaña electoral de 2017 el media bashing –la desacreditación sistemática de los periodistas– de ciertos políticos llegó a su paroxismo. Algunos de ellos, cuando se encuentran en dificultades, siguen usando la retórica para atacar a los periodistas. El líder del partido Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, considerándose víctima de una campaña para destruirlo orquestada por medios de comunicación a sueldo del partido de Emmanuel Macron, señaló en su blog que “el odio de los medios de comunicación y de aquellos que los animan es justo y sano”, y ofreció su apoyo al líder de la derecha Laurent Wauquiez, quien a su vez habló de “mierda mediática” para calificar el trabajo de ciertos periodistas. A pesar de este clima deletéreo, Francia subió seis lugares respecto a la edición 2017 de la Clasificación, un ascenso “mecánico” tras la caída excepcional de algunos de sus vecinos europeos.

Esos periodistas de investigación que molestan

Además de los insultos y las amenazas de los dirigentes europeos, los periodistas también deben enfrentar las agresiones de las organizaciones criminales que operan en Europa. Su pesadilla: los periodistas de investigación que siguen las huellas de los hombres de negocios sin escrúpulos y emprenden investigaciones trasnacionales para dar a conocer esas organizaciones mafiosas tentaculares.

En Bulgaria (111º, -2) los periodistas sufren con frecuencia los ataques físicos y las amenazas de muerte de los grupos mafiosos. El país, que preside el Consejo de la Unión Europea durante seis meses, cayó del lugar 36, en 2006, al 111, en 2018; la peor posición de un país de la UE. En Italia (46º, +6), una decena de periodistas de investigación amenazados se encuentra bajo protección policíaca permanente, pues investigar una red mafiosa o una banda criminal los confronta a peligros mortales. En Montenegro (103º, +3), Jovo Martinovic, un experimentado periodista de investigación, pasó 14 meses tras las rejas porque contactó a un narcotraficante cuando realizaba una investigación. En Polonia, que sigue cayendo en la Clasificación (58º, -4), el periodista Tomasz Piatek corría el riesgo de ser encarcelado por haber revelado las oscuras relaciones del Ministro de Defensa polaco con los servicios de inteligencia rusos.

Reformas legislativas de todo tipo

Otra tendencia que se observa: los medios de comunicación audiovisuales de servicio público enfrentan las presiones de las reformas. Es el caso de Suiza (5º, +2), donde la iniciativa “No Billag” fue rechazada en un referéndum por la mayoría de los electores suizos, pues suprimir ese financiamiento –el canon radiotelevisivo que recaba la sociedad Billag– al servicio público audiovisual habría significado su desmantelamiento.

En otros lugares, la injerencia del gobierno es la principal amenaza. Es el caso de Croacia, donde la radiotelevisión croata (HRT) sigue sufriendo la intromisión del gobierno; de Montenegro, donde el partido en el poder ha tomado el control de la Radiotelevisión del Estado (RTCG); de Eslovaquia, y de España, donde los periodistas de la Televisión Española (TVE) protestaron contra su dirección y criticaron la cobertura del referéndum por su "visión parcial y sesgada de los hechos".

En Francia, un proyecto de ley para luchar contra las noticias falsas en periodo electoral suscita vivos debates. Algunos ven en él una amenaza para la libertad de información; otros, la intención de defender un “periodismo de calidad”. En Alemania (15º, +1), el gobierno aprobó una ley contra los discursos de odio que exige a las redes sociales eliminar estos contenidos en un plazo máximo de 24 horas (después de que han sido señalados), de lo contrario, serán sancionadas con multas. Además de promover un bloqueo excesivo de información, esta ley ha servido de referencia para que se elaboren proyectos de ley represivos en otros países –como Rusia y Filipinas–. Otras leyes recientes suscitan preocupación por sus disposiciones relativas a los informantes y porque sancionan el uso de información proveniente de filtraciones.

El Reino Unido permanece en un lugar decepcionante en la edición 2018 de la Clasificación (40º, +1). El gobierno de Theresa May sigue controlando los medios de comunicación con mano de hierro, a menudo en nombre de la seguridad nacional, con leyes como la Investigatory Powers Act –la legislación más severa en la historia del país en materia de vigilancia–; amenazando con restringir las herramientas de encriptación y mencionando otras iniciativas preocupantes.

La cabeza de la Clasificación también se sacude

Los países nórdicos, tradicionalmente los más respetuosos de la libertad de prensa, no escapan al deterioro del clima que rodea a los medios de comunicación de Europa. En Finlandia (4º, -1), las autoridades realizaron un rocambolesco registro en la casa de una conocida periodista, lo que hace temer que se viole el secreto de las fuentes periodísticas. Ya en 2016 el país vivió una crisis que empañó la imagen del prestigioso sector audiovisual finlandés –el Sipilagate: se sospecha que el primer ministro, Juha Petri Sipilä, presionó a periodistas de la radio pública, Yle.

Noruega (1º) conserva su lugar de mejor alumno por segundo año consecutivo; Suecia (2º) le pisa los talones, al igual que en la edición precedente de la Clasificación. Dinamarca (9º, -5) estuvo marcada por el asesinato de una periodista sueca de 30 años de edad, Kim Wall, a bordo de un submarino; el inventor del artefacto es juzgado actualmente por ese homicidio.

Declive histórico de la libertad de prensa en el espacio postsoviético y en Turquía

Los Estados postsoviéticos y Turquía siguen formando parte de los países donde más se deteriora la libertad de prensa. Cerca de dos tercios de los países de esta zona se ubican en torno o bajo el lugar 150 de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras (RSF); la mayoría de ellos continúa descendiendo. El índice de la región se acerca al de la zona de Oriente Medio/África del Norte, situada en la parte inferior de la Clasificación.

Las locomotoras regionales ponen el mal ejemplo

Desde hace más tres décadas la libertad de prensa retrocede de manera inédita en Rusia y Turquía. Una marcada tendencia que de nuevo exacerba la influencia regional de estos dos países. Turquía (157º), la mayor prisión del mundo para los profesionales de los medios de comunicación, pierde dos lugares respecto al año anterior. Las autoridades de Turquía realizaron juicios masivos en 2017; decenas de periodistas que se encontraban en detención preventiva desde hacía más de un año empezaron a ser juzgados por, supuestamente, haber participado en el golpe de Estado registrado en julio de 2016. Las primeras sentencias fueron severas, las penas llegaron hasta la cadena perpetua. El estado de emergencia, en vigor desde hace cerca de dos años, ha permitido a las autoridades acabar con el pluralismo que quedaba, abriendo el camino para que el presidente Recep Tayyip Erdogan realizara una reforma constitucional que marca su control absoluto del país. El Estado de derecho no es más que un recuerdo, como lo confirma el incumplimiento de los fallos de la Corte Constitucional que ordenaban que dos periodistas encarcelados en enero de 2018 fueran puestos en libertad inmediatamente.

El aparente estancamiento de Rusia (148º) –que se debe sobre todo a que la libertad de prensa se deterioró a escala mundial– esconde una agravación continua de la situación. Una tendencia que explica el descenso constante de su posición en los últimos años. En el país nunca hubo tantos periodistas y blogueros encarcelados, desde la caída de la URSS. Mientras que el paisaje mediático se encuentra ampliamente controlado por los oligarcas “leales” al Kremlin, la presión ejercida sobre los medios de comunicación independientes y los periodistas de investigación se incrementa. Frente al aumento de las manifestaciones y la cercanía de las elecciones presidenciales de 2018, el gobierno ha reforzado su control en Internet: mayor vigilancia de los servicios de mensajería instantánea; nuevas restricciones legislativas para los motores de búsqueda y las herramientas que permiten evadir la censura. El clima de impunidad propicia que se cometan nuevos ataques contra la prensa y vuelve aún más preocupantes las amenazas que reciben las redacciones independientes. En Chechenia y Crimea se ha eliminado a casi todas las voces críticas, lo que no ha impedido que el gobierno de Moscú se muestre como contramodelo en la escena internacional.

Los peores déspotas consiguen empeorar la situación aún más

Empujados por la paranoia o alentados por el cuestionamiento global de las normas democráticas, los peores déspotas de la región continúan su huida hacia adelante en cuestión de represión. Sus países ya se encontraban al final de la Clasificación; no obstante, estos jefes de Estado pueden jactarse de una hazaña: hicieron que la situación empeorara aún más este año. Con toda impunidad.

Turkmenistán (178º) ocupa el antepenúltimo lugar en la Clasificación; es difícil que caiga aún más, aunque su puntuación se ve afectada a medida que se multiplican los ataques contra los últimos periodistas independientes. Azerbaiyán (163º) y Kazajistán (158º) pierden un lugar. El régimen del presidente azerí Ilham Aliev, no contento con encontrar todos los días nuevos pretextos para enviar a los reporteros a prisión, bloqueó los principales portales informativos independientes e incrementó la presión sobre aquellos periodistas que intentan resistir en el exilio. Por su parte, Nursultán Nazarbáyev, su homólogo de Kazajistán, tras haber hecho callar a los últimos medios de comunicación críticos, puso un candado al periodismo de investigación con una ley promulgada a finales de 2017.

En Bielorrusia (155º, -2) se acabó la calma: ante el aumento de las manifestaciones de la oposición se desató una nueva ola de represión. Al menos 100 periodistas fueron interpelados en 2017 y más de 60 fueron condenados por haber colaborado con medios de comunicación ubicados en el extranjero. Por otro lado, Tayikistán (149º) experimentó este año un estancamiento que no es motivo de júbilo: en 2016 el pluralismo había desaparecido del país, que había perdido más de 30 lugares. Ahora, los medios de comunicación se limitan a cantar alabanzas al “Líder de la Nación”, Emomali Rakhmon.

El único ascenso remarcable de la zona es el de Uzbekistán (165º), que ganó cuatro lugares y más de seis puntos en la calificación. A finales de 2016 Shavkat Mirziyoyev fue nombrado presidente de uno de los países más cerrados del mundo y en 2017 comenzó a hacer cambios en el régimen ultra represivo heredado de su predecesor. Las autoridades pusieron en libertad a una parte de los periodistas encarcelados, entre ellos el que llevaba más años detenido, Muhammad Bekjanov –pasó 18 años tras las rejas–. Una tendencia que se aceleró a inicios de 2018 (año que no cubre la presente edición de la Clasificación). Todavía queda mucho por hacer: los medios de comunicación siguen bajo un gran control, los principales portales informativos independientes aún están bloqueados y dos periodistas fueron detenidos en 2017; su suerte será una prueba para el régimen.

¿Ya no queda ningún refugio para los periodistas perseguidos?

Más arriba en la Clasificación, sólo Georgia (61º, +3) y Ucrania (101º, +1) ascienden. Sin embargo, la influencia de los oligarcas en los grandes medios de comunicación sigue teniendo un gran peso en estos dos países. Aunque las agresiones a periodistas fueron menos numerosas este año en Ucrania, el país parece enraizarse en un lugar decepcionante si se consideran las promesas de la revolución de 2014. La impunidad en que permanecen los ataques a periodistas y los excesos del gobierno frente a la “guerra de la información” con Rusia siguen siendo retos cruciales.

El pluralismo de los medios de comunicación hace de Kirguistán (98º) una excepción en Asia Central. No obstante, el país desciende nueve lugares: existen serias preocupaciones por la libertad de prensa debido a las multas astronómicas impuestas por "ofensa al jefe de Estado” y las presiones que se ejercen en los medios de comunicación independientes. Armenia (80º) y Moldavia (81º) pierden un lugar; el primer país, debido a que crece la preocupación por el acceso a la información pública; el segundo, por los abusos gubernamentales cometidos en nombre de la “lucha contra la propaganda”.

Otro motivo de inquietud: la detención de periodistas extranjeros en el país donde se exiliaron es cada vez más común. El uzbeco Ali Ferouz pasó seis meses retenido en Rusia, luego fue expulsado a Alemania; otro periodista uzbeco, uno azerí y una bloguera kazaja fueron interpelados en Ucrania, finalmente los pusieron en libertad; el azerí Afgan Moukhtarly fue secuestrado en Georgia y llevado por la fuerza a su país. Es crucial que los gobiernos de Kiev y de Tbilissi no abandonen a los disidentes de la región. De lo contrario, estos no tendrán un lugar dónde refugiarse de la represión.