Sudán

El derrocamiento de Omar al Bashir en 2019, tras las multitudinarias protestas contra su gobierno, puso fin a tres décadas de dictadura durante las cuales Sudán fue uno de los países más hostiles del mundo para los periodistas. Los Servicios de Inteligencia y Seguridad Nacional (NISS) eran parte esencial del sistema de censura del régimen, intervenían directamente en las redacciones y en las imprentas para impedir que aparecieran los diarios y establecían arbitrariamente –según los intereses del gobierno– las “líneas rojas” que los periodistas no debían cruzar. Con frecuencia se suspendía a medios de comunicación y se detenía a periodistas. En el momento álgido de esta “cacería de periodistas”, cuando el régimen estaba en agonía, a inicios de abril de 2019, RSF registró más de una centena de detenciones de profesionales de la información. Este sistema de depredación marcó el paisaje mediático, que quedó en ruinas y debe reconstruirse. Aunque la persecución de la prensa emprendida por los servicios de seguridad e inteligencia es menos visible, su política de depredación no ha desaparecido por completo. La mayoría de los periódicos que se ocupan de la información política siguen siendo fieles, o muy cercanos, a partidarios del antiguo régimen. Según información de RSF, la Cyber Jihadist Unit, órgano que espiaba y vigilaba a los periodistas, aún está activa y difunde a menudo información falsa para desacreditar a las autoridades de transición y defender los intereses de caciques del antiguo régimen que aún controlan la mayoría de los medios de comunicación. El control sobre la información es ahora menos visible y más insidioso. A finales de 2019, varios cientos de periodistas se manifestaron frente al Ministerio de Información contra la prolongada presencia de agentes de inteligencia encubiertos en la emisora pública sudanesa, SRTC. Es difícil que emerjan nuevos actores en el paisaje mediático, pues las condiciones de acceso son muy restrictivas y sólo se permite participar en él al gobierno, los partidos políticos y las empresas ya existentes. En los medios de comunicación hay muy pocas mujeres periodistas en puestos directivos y a menudo son víctimas de acoso y actos de violencia. Aunque la Constitución provisional adoptada en el periodo de transición garantiza la libertad de prensa y el acceso a internet, las leyes draconianas empleadas contra los medios de comunicación por el antiguo régimen siguen en vigor. Para que se establezca la cultura de una prensa libre e independiente se requiere apoyo, protección y formación, pues tras treinta años de represión la autocensura se ha vuelto la regla en la mayoría de las redacciones.