Entre tentación patriótica y autocensura : Los medios de comunicación norteamericanos en la tormenta del post-11 de septiembre

Investigación: Alexandre Lévy y François Bugingo
Informe de la misión en Nueva York – 26 de septiembre al 2 de octubre de 2001.
"Las divergencias se vuelven discretas"
Diez años después de la guerra del Golfo, un conflicto cuya realidad ha sido ampliamente ocultada a los medios de comunicación, la administración norteamericana lanza una nueva serie de operaciones militares, en respuesta a la ola de atentados que ha afectado a la costa Este de Estados Unidos y ha causado cerca de 6.000 muertos. Y de nuevo, señala el diario The New York Times, "en este período patriótico, las divergencias se vuelven discretas". "El sentimiento de orgullo nacional que se ha extendido por el país, tras los atentados del 11 de septiembre, plantea una vez más el debate sobre el equilibrio entre seguridad del Estado, libertad de expresión y patriotismo". Este influyente periódico norteamericano revela, en su artículo de primera página del 28 de septiembre de 2001 que, en varias ocasiones, las manifestaciones de los representantes de la prensa han provocado la cólera tanto de las autoridades como del público norteamericano, y han sido motivo de sanciones: suspensión del programa en cuestión, retirada de los anunciantes publicitarios del medio, o desautorización e incluso despido, pura y simplemente, del periodista por parte de su empleador. Estos incidentes se añaden a una larga lista de obligaciones y presiones más difusas de las que han sido víctimas medios de comunicación norteamericanos y extranjeros, entre ellos Internet, desde el 11 de septiembre. Muchos periodistas y observadores ya ponen en duda la objetividad y la independencia de la prensa norteamericana, especialmente la de los canales de televisión, en este período de esfuerzo de guerra. Igualmente, en Estados Unidos han empezado a alzarse algunas voces para poner en guardia a la opinión pública contra una degradación de la libertad de expresión y de opinión, libertad garantizada por la primera enmienda de la Constitución, en beneficio de un refuerzo de la seguridad. "Estamos frente a un enemigo que explota lo que hace de nosotros una sociedad fuerte y eficaz: la libertad, la apertura y la movilidad. Tenemos que garantizar que seguiremos siendo una sociedad abierta en la que se respeten las libertades individuales. Si no lo hacemos, el enemigo habrá ganado", ha declarado, entre otros, Strobe Talbott, antiguo número dos del Departamento de Estado en la Administración Clinton. Pero esas voces siguen siendo minoritarias, ahogadas en un paisaje mediático ampliamente movilizado para cubrir las consecuencias de los atentados, los preparativos y luego el seguimiento de la respuesta norteamericana. Mientras que las críticas parecen también atenuadas por la emoción provocada por este acto de terrorismo dramático, la muerte de miles de inocentes y el dolor de las familias enlutadas. Cediendo a las llamadas de unidad nacional, las organizaciones norteamericanas tradicionalmente dedicadas a la defensa de las libertades individuales, se mantienen en la discreción. Estiman que es todavía demasiado pronto, incluso que sería mal visto, hacer sonar demasiado fuerte la alarma sobre acontecimientos considerados ampliamente "secundarios". "El shock del 11 de septiembre parece haber anestesiado los ánimos más militantes, dejando lugar a una tolerancia de facto respecto a comportamientos policiales y judiciales más graves que de ordinario", constataba, el 17 de septiembre de 2001, Sylvie Kauffman, periodista y antigua corresponsal del diario francés Le Monde en Nueva York. Pero hoy, cuando el país se lanza a una nueva operación militar, es mucho más necesaria la vigilancia de las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos y las libertades individuales. Para un cierto número de regímenes es una gran tentación sacar provecho de la emoción provocada por los atentados perpetrados el 11 de septiembre en Estados Unidos, para restringir la libertad de prensa y, más ampliamente, para amordazar a la oposición, en sus respectivos países, con la excusa de la lucha antiterrorista. Así, en países como Pakistán, Israel, en los territorios de la Autoridad Palestina o Liberia, Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha tenido noticia de varios casos de violación de la libertad de prensa, que son consecuencia directa de los acontecimientos ocurridos en suelo norteamericano. Poniendo mucho interés en no ser confundida, de ninguna manera, con esos regímenes, la organización hace pública aquí una serie de incidentes relativos a la libertad de prensa, constatados en Estados Unidos entre el 11 de septiembre y el 7 de octubre de 2001, fecha de la respuesta militar norteamericana. En su mayoría han sido publicados y comentados en la prensa norteamericana, o en sitios de Internet especializados. ¿Se trata de actos de censura o de autocensura? ¿Se trata de una política deliberada de las autoridades o bien es una opción de los propios grandes medios de comunicación? ¿Qué piensan los periodistas norteamericanos y extranjeros que trabajan en Nueva York? ¿Y las organizaciones de defensa de la libertad de prensa? Para intentar responder a todas estas cuestiones, dos representantes de RSF han viajado a Estados Unidos y se han entrevistado con representantes de los medios, defensores de los Derechos Humanos así como especialistas de la prensa norteamericana. Primer sospechoso: Internet. La amplitud sin precedentes de los atentados de Nueva York y Washington, así como el supuesto recurso de los terroristas a las técnicas informáticas más avanzadas, hacen temer a los internautas un reforzamiento de la vigilancia en la Web, tal y como desean los servicios de seguridad. Como atestiguan diversas fuentes coincidentes, tan sólo algunas horas después de los atentados, agentes del Federal Bureau of Investigation (FBI) se presentaron en las sedes de los principales proveedores de acceso a Internet en el país (Hotmail, AOL, Earthlink, etc.) para recabar informaciones sobre eventuales intercambios por e-mail entre los terroristas. Amparándose en el anonimato, algunos ingenieros que trabajan para esas empresas manifestaron a la revista norteamericana en línea Wired que los agentes del FBI también querían instalar el servicio de vigilancia electrónica "Carnivore" (recientemente rebautizado como DCS1000) en el ordenador principal de los proveedores de acceso con base en Estados Unidos. "El martes por la noche, los agentes del FBI se presentaron en nuestro lugar de trabajo para instalar sus máquinas, cuenta un ingeniero. Prometieron encargarse de todos los gastos de instalación y explotación". Otro, que trabaja para Hotmail, precisó que el FBI exigió -y consiguió- de sus responsables todas las informaciones procedentes de las cuentas cuya dirección incluía la palabra "Alá". Todos los grandes proveedores de acceso parecen haber seguido el ejemplo de Hotmail y haber colaborado plenamente con los servicios de seguridad norteamericanos. El sistema Carnivore permite, después de ser instalado en un proveedor de acceso a Internet, registrar y almacenar todos los datos intercambiados por sus usuarios. Muy criticado por los defensores de las libertades individuales en Estados Unidos, este sistema no se había utilizado hasta ahora más que con el consentimiento previo de un juez. Un texto titulado "Combating terrorism act", votado con toda urgencia, después de media hora de debate en el Senado, el 13 de septiembre (es decir, apenas dos días después de los atentados), libera ahora a los servicios de seguridad norteamericanos de tener que conseguir el aval de la justicia para la utilización de Carnivore. Para hacerse efectivo, el texto debe ser aprobado todavía por una comisión paritaria compuesta por miembros del Senado y de la Cámara de Representantes. En el mismo impulso, muchos responsables norteamericanos la han tomado con la criptología. Este procedimiento permite a los internautas proteger la confidencialidad de las informaciones intercambiadas por la Net, cifrándolas con ayuda de programas, el más conocido de los cuales es el programa PGP (Pretty Good Privacy), que se puede telecargar gratuitamente en numerosos sitos. Ya en el pasado marzo, Louis Freeh, director del FBI, dijo que estaba convencido de la utilización de la criptología en las redes terroristas. El 13 de septiembre, el senador republicano Judd Gregg propuso, en un discurso pronunciado ante el Congreso, la prohibición global de los programas de criptología, de los que sus difusores no hubieran proporcionado a las autoridades públicas la clave que permite descifrar los mensajes. "Nos tememos que las autoridades utilicen la emoción del momento para finalmente alcanzar su objetivo: prohibir la criptología", ha explicado a RSF un defensor norteamericano de los programas PGP. Otros militantes de la protección de la vida privada en la Net, como John Gilmore de la organización norteamericana Electronic Frontier Foundation (EFF), han llamado a multiplicar los sitios espejo que proponen programas de cifrado de venta libre. Hay que recordar que, tras el primer atentado contra el World Trade Center, en 1993, el FBI descubrió en el ordenador portátil del responsable del ataque, planes para desviar once aviones de línea norteamericanos. El FBI empleó entonces diez meses en descifrar los ficheros, la mayoría de los cuales se habían cifrado con ayuda del programa PGP. A lo que los defensores de la criptología responden que la información ya ha puesto de manifiesto su debilidad en este asunto, sobre todo porque los terroristas parecen haber utilizado métodos que escapan ampliamente a la vigilancia electrónica. El creador del PGP, David Zimmerman, que estuvo a punto de ser encarcelado en Estados Unidos, en 1980, por difundir su programa, ha defendido una vez más su postura en una reciente entrevista concedida a la revista Futur(e)s: "Tanto en el Congreso, como en los tribunales o en las columnas de los periódicos, el país ya ha debatido esta cuestión durante la última década. Y, todos juntos, hemos decidido que la sociedad ganaba más que perdía con una criptografía fuerte. No hay que olvidar que la criptografía salva vidas en todo el mundo. El programa PGP lo utilizan organizaciones de defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo, y especialmente bajo las dictaduras" (citado por la revista en línea Transfert, 17 de septiembre de 2001). Televisión: de la espontaneidad al rigor patriótico.
Filmado prácticamente en directo, el ataque contra el World Trade Center ha sido un acontecimiento trágico y espectacular a la vez, como destinado a la televisión. "No hay que olvidar que el objetivo de los terroristas, Manhattan, es no sólo el corazón financiero sino también la capital de los medios de comunicación del país", recuerda un periodista norteamericano. Jamás un acontecimiento de esta amplitud había sido filmado y fotografiado "en caliente", a la vez por las cámaras de vigilancia, las de los aficionados y las de los profesionales. Durante los primeros días, no estuvo regulado el acceso al lugar de los ataques. Muchos fotógrafos y operadores aprovecharon para acercarse lo más posible a los impactos. Estados Unidos estaba separado del resto del mundo tras el cierre de las líneas aéreas; únicamente los periodistas norteamericanos y los corresponsales extranjeros destinados en Nueva York, cubrieron los acontecimientos. Como no tenían necesariamente experiencia de conflictos o catástrofes naturales, la mayor parte de los preguntados por RSF afirman haber experimentado el "shock de su vida" al conocer la noticia de los ataques terroristas, y al dirigirse al World Trade Center. Naturales de Nueva York, o residentes allí desde hace muchos años, afirman con mucha emoción haber cubierto "el acontecimiento más importante de su carrera". No esconden su simpatía por los norteamericanos, y en especial por los neoyorquinos, en este difícil período: "Al principio reaccioné más como neoyorquina adoptiva que como periodista", testimonia Stéphanie Tremblay, coordinadora de los programas en francés de Radio Canada. "Ante todo, los terroristas han atacado a mi ciudad y a mi forma de vivir". "Nunca pensé que un día tendría que cubrir un acontecimiento así en mi ciudad", añade Don Emmert, responsable fotográfico de la Agencia France-Presse. "Soy canadiense, subraya Marc Greenought, productor de radio para los programas en inglés de Canadian Broadcasting Company (CBC), pero durante algunos días me he sentido profundamente norteamericano". Todas personas preguntadas por RSF en Nueva York lo recuerdan: los canales de televisión norteamericanos fueron los primeros en cubrir el acontecimiento, y fueron una excelente fuente de información durante los primeros días: "Redactamos los primeros despachos sobre el ataque del World Trade Center con los ojos pegados a las pantallas de televisión", cuenta Michel Moutot, jefe de la oficina de la Agencia France-Presse en Nueva York. "Los canales de televisión norteamericanos tienen medios incomparables, y nos los ofrecieron inmediatamente", continua. Una constatación que comparte Eric Leser, el corresponsal del diario francés Le Monde quien, durante la entrevista concedida a RSF, también insistió en la importancia que, en un primer momento, tuvo para su trabajo la información proporcionada, en tiempo real, por los diferentes canales de televisión norteamericanos. La asociación Fairness and Accuracy In Reporting (FAIR), muy crítica con los grandes medios de comunicación norteamericanos, también admite sin embargo que la cobertura de los primeros días fue globalmente satisfactoria. "Hemos asistido incluso al acontecimiento de un periodismo de nuevo tipo, espontáneo y sincero", se felicitó ante RSF Steve Randell, un responsable de la organización. Pero sólo una semana después, el tono y el contenido de los canales de televisión norteamericanos había cambiado. "Creo que la inflexión fue el discurso de George W. Bush ante el Congreso, el 20 de septiembre de 2001, estima Eric Leser. Después, los medios de comunicación han adoptado un tono resueltamente patriótico y la información ha empezado a perder en beneficio de la propaganda". El periodista francés añade que, desde entonces, cada vez consulta menos los canales de televisión y más en cambio Internet, donde numerosos sitios ofrecen informaciones más críticas y alternativas sobre la actualidad. Una opción compartida por muchos corresponsales extranjeros, interrogados por RSF en Nueva York. Los representantes de RSF han podido constatar el cambio de tono y ambiente que se produjo en las televisiones norteamericanas que siguió al discurso del 20 de septiembre del Presidente Bush, en el que hizo un llamamiento a dirigir una "guerra contra el terrorismo". La suerte de las víctimas quedó relegada a un segundo plano; los canales de televisión dedicaron todo su tiempo de antena a celebrar a los "nuevos héroes" del país: bomberos, fuerzas de policía y del ejército, políticos…Y, sobre todo, a mostrar la imagen de una nación indivisible y combatiente, dispuesta a librar una guerra contra los que la habían atacado. "La nueva guerra de América" y luego "En guerra contra el terror" (CNN), o "América contra-ataca" (CBS) han sido las consignas, acompañadas de la ahora omnipresente bandera estrellada, impresas en la pequeña pantalla. "Los programas ahora se convierten en tambor que resuena y bandera que ondea al viento. Ya no se trata de información" comenta, a finales de septiembre, otro corresponsal extranjero, Richard Hêtu, periodista del diario canadiense La Presse, preguntado por RSF. Un periodista francés, especialista de los Balkanes y que cubrió, entre otras cosas, la intervención de la OTAN en Serbia, estima también desde Nueva York que la televisión norteamericana ha "entrado en guerra": "En lugar de boletines informativos, los norteamericanos ven spots publicitarios a la mayor gloria de su país". Como ejemplo, las 62 estaciones regionales de televisión del grupo Sinclair Broadcast emiten una publicidad de su página web con la siguiente declaración: "Todo el equipo de nuestra cadena apoya la acción del Presidente y de los dirigentes de nuestra nación en su deseo de poner fin al terrorismo. Si está usted de acuerdo, dígalo", prosigue el mensaje que invita a los telespectadores a pronunciar en el sitio web del canal. Stéphanie Tremblay, preguntada igualmente por estos desbordamientos patrióticos, ha declarado no sentirse "sorprendida" por esta particularidad de los canales norteamericanos de televisión. "Yo sabía, en cambio, que si quería escuchar informaciones más críticas, y que dieran una mayor perspectiva del acontecimiento, tenía que conectarme a la BBC o a TV 5", estima. Una de sus colegas, Chantal Lavigne, también reconocía la voluntad de los medios de comunicación norteamericanos de participar en "el esfuerzo de guerra". "La mayoría de los presentadores estrellas de la televisión han afirmado que eran norteamericanos antes que periodistas", recuerda. Los periodistas y los responsables de los medios de comunicación norteamericanos preguntados por RSF o bien han desmentido enérgicamente tanto haber hecho propaganda, o bien, por el contrario, han asumido y justificado plenamente esa opción. "Las imágenes del ataque contra el World Trade Center no tienen equivalente en la historia de los conflictos, subraya en una entrevista concedida a RSF, Paul Khlebnikov, periodista de la influyente revista económica norteamericana Forbes. En la guerra de imágenes, los terroristas han marcado un punto decisivo. Por eso la guerra que va a dirigir América no debe ser solamente policial y económica, sino también psicológica, y por tanto mediática. Matar a Ben Laden no será suficiente, también habrá que abatirle simbólicamente". Khlebnikov no se siente en absoluto inquieto por el tono belicoso y propagandista que hayan podido adoptar algunos medios de comunicación norteamericanos. Lo atribuye "a un sobresalto de civismo" compartido por todos los norteamericanos. "En los primeros días, se llegó a temer un hundimiento de la moral de los norteamericanos. Luego, como en tiempos de guerra, tuvieron un sobresalto cívico que se propagó en la prensa. Y aunque a veces los medios de comunicación han carecido de objetividad, eso no ha ocurrido nunca bajo presión de las autoridades. La objetividad en el periodismo no debe significar ausencia de valores. Los medios, en conjunto, han hecho un trabajo excelente, concluye. Especialmente la televisión, ha triunfado". Paul Khlebnikov no es el único, en la prensa norteamericana, que ha sacado esta conclusión. Sandy Genelius, portavoz del canal de televisión CBS News, en una entrevista con RSF se felicita de los comentarios que ha leído en la prensa sobre el trabajo de su emisora. "Y sin embargo, los periodistas no son amables con nosotros, prosigue. De hecho, hemos sido buenos, no nos hemos volcado en la propaganda como algunos", estima arañando de paso al principal competidor de CBS, el canal de información continuada CNN Internacional. En cuanto al presidente de este último, Chris Cramer, se había congratulado, el 18 de septiembre, por el trabajo realizado por su cadena: "CNN jamás ha faltado a su compromiso (…): proporcionar una información equilibrada y conferir autoridad a América y al mundo. Los 4.000 hombres y mujeres de CNN no han escapado al shock ni al horror de lo que ha sucedido. Sin embargo, la cobertura del acontecimiento que hemos dado a nuestro público, y a los demás medios de comunicación, es un testimonio de profesionalidad y de integridad". Las imágenes que no se han dado: ¿censura o "cuestión de gusto"?
Apenas una semana después de los atentados, algunos responsables de los medios de comunicación europeos, especialmente franceses, cuestionan la imparcialidad de los canales de televisión norteamericanos, sospechosos de no mostrar "todas las imágenes", principalmente las de las víctimas de los atentados. Posteriormente se han formulado críticas contra las autoridades norteamericanas, acusadas de impedir que los medios de comunicación pudieran captar y difundir algunas imágenes de los lugares del drama. Así, Robert Namias, director de información del principal canal privado francés, TF1, deplora en varias ocasiones este "filtrado" que identifica con la "censura". "Lamento vivamente la censura que Estados Unidos nos ha impuesto, declara el periodista al diario francés Le Figaro, el 26 de septiembre de 2001. Las imágenes norteamericanas que los medios de comunicación franceses han comprado fueron filtradas, tratadas y depuradas por las autoridades norteamericanas ¿Cómo quieren que hagamos nuestro trabajo cuando está prohibido el acceso a las informaciones, y rodeado de las fuerzas del orden? Yo no quería enseñar imágenes horribles pero, para hacer correctamente el trabajo, hay que tener un mínimo de conocimiento". Esta postura es compartida, en diversos grados, por otros patrones de los canales de televisión franceses, aunque no es un unánime. "No era suficiente el horror de los dos aviones que se estrellan contra las torres?", se pregunta Hervé Brusini, director de información nacional en el canal público France 3. Su colega de France 2, Olivier Mazerolle, estima que nunca habría ofrecido imágenes sangrientas en pantalla pero admite que los canales norteamericanos se resisten a la hora de rodar ese tipo de imágenes "por razones patrióticas". Sin embargo, los periodistas franceses están de acuerdo en denunciar las condiciones, cada vez más duras, de acceso al lugar del World Trade Center, y la mala voluntad de las autoridades para dejar circular libremente a la prensa, en el perímetro de seguridad. En el transcurso de su investigación en Nueva York y París, los representantes de RSF han intentado saber un poco más sobre la ausencia de imágenes de las víctimas y sobre las condiciones de acceso al lugar del World Trade Center. Jim Rutenberg y Felicity Barringer, periodistas especialistas en medios de comunicación del New York Times, entraron, la noche del 11 de septiembre, en diversas redacciones de televisión para preguntar a sus responsables sobre las opciones editoriales de los canales. "Empezaban a llegar imágenes horribles", constatan. Había sangre. Había cuerpos desmembrados. A pesar de que algunos periodistas querían mostrar esas imágenes, el director del canal MSNBC, Erik Sorenson, decidió no difundirlas: "Creo que existen muchas maneras de enseñar el horror, sin caer en lo sanguinolento", estima. "¿Hay algo más horrible y visual que un inmueble de 110 pisos cayéndose ante vuestros ojos?". Sin embargo, algunos canales como NBC, CBS, CNN y Fox News, difundieron las imágenes de aquellas personas desesperadas que saltaron del inmueble ardiendo. Después lo lamentaron: "Fue una mala decisión, confiesa Bill Wheatley, vicepresidente de NBC News, la imagen es realmente demasiado perturbadora". Los que, como el canal ABC, se negaron a enseñar esas imágenes, se explican: "La pregunta es: ¿se informa o se causa un dolor inútil?" Los que, como CBS, difundieron la imagen, también se justifican: "Eso es el terrorismo (..) Por una parte, se quieren respetar los sentimientos del oyente, por otra se quiere enseñar lo que los terroristas han cometido realmente". También Michel Moutot, de la Agencia France Presse, recuerda esa serie de fotos que le conmovieron enormemente: "Por la ropa, se podía reconocer fácilmente la identidad de las personas que habían saltado por las ventanas". Sin embargo, esos clichés eran completamente "pasables", estima. Efectivamente, varias fotos de esta escena, tomadas por reporteros de las grandes agencias internacionales, aparecieron a lo largo de la semana en la prensa norteamericana y europea. Los redactores jefe que publicaron esas imágenes, como Glenn Guzzo, del diario The Denver Post, han hablado después de la virulencia de las críticas de sus lectores. "¿No tenéis sentimientos, respeto por las familias que han perdido a sus seres queridos?", manifestó indignado un lector. En este punto, está claro que se tomaron muchas imágenes duras y que circularon por los medios de comunicación norteamericanos. Fueron ellos quienes, en conciencia, decidieron difundirlas o no. "Parece poco probable que las autoridades hayan querido ejercer un control sobre esas imágenes, visto que ni siquiera sabían como proteger al Presidente del país", analiza un observador. "El negarse a difundir las imágenes duras fue una opción editorial de mis colegas, añade Paul Khlebnikov del Forbes. En tanto que ciudadanos del país, se plantearon la cuestión: ¿se pueden enseñar pedazos de cuerpos en este período de duelo y de recogimiento nacional?". Fue una "opción editorial", confirma Sandy Geneluis, de CBS News, a RSF. "Teníamos vídeos sensibles, teníamos imágenes gore. Pero, en todo momento, nos planteábamos la cuestión: ¿aportamos algo más a la historia difundiéndolas? Y así, hemos hecho públicas las imágenes únicamente por el placer de demostrar que las teníamos". Esta repentina retención de los medios de comunicación norteamericanos ha sorprendido a muchos observadores extranjeros. En un análisis titulado "Los muertos sin rostro del World Trade Center", el periodista Michel Guerin, especialista en imagen en el diario francés Le Monde, constata la paradoja: "5.550 personas habrían muerto o desaparecido en la jornada negra del 11 de septiembre (..) pero no ha aparecido ninguna imagen, o casi ninguna, de los cadáveres en la televisión, ni se ha publicado en la prensa" (21 de septiembre de 2001). Un pudor de geometría variable, según Dominique Wolton, director de investigación en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), citado por el diario francés Libération (19 de septiembre de 2001). "Esto debería dar una gran lección de modestia a los medios occidentales, que no dudan en enseñar masacres cuando se producen en Ruanda", añade. Otros, como el historiador especialista en imagen Marc Ferro, no ven en ello nada de sorprendente: "Durante los conflictos, nunca se enseñan los muertos propios, sino los del adversario. Los norteamericanos quieren limitar la imagen del traumatismo que han sufrido, de la derrota, de la afrenta y la mortificación". Sandy Genelius, portavoz de CBS News, a quien RSF ha podido plantear directamente estas cuestiones, se defiende una vez más de la utilización de un doble estándar. "No es cierto que hayamos dado pruebas de retener mucho material. Aplicamos las mismas reglas cuando filmamos en Ruanda o ante las ruinas del World Trade Center". Preguntado igualmente sobre las críticas que se han formulado al otro lado del Atlántico, el portavoz de CBS corta: "No los leo y, de todas maneras, eso importa poco. Solamente sé que aquí, en Estados Unidos, nuestro trabajo ha sido apreciado y aplaudido por todos". Un representante de RSF ha podido también detenerse sobre esta cuestión con Tom Golstein, profesor emérito en la prestigiosa Universidad de periodismo de Columbia, al sur de Manhattan, quien estima que se trata únicamente de una "cuestión de gusto". "Los medios de comunicación norteamericanos han decidido no enseñar ese tipo de imágenes. ¿Eso plantea realmente algún problema?", ha comentado el profesor. ¿Se trata de un caso de censura? "Rotundamente no. Es un asunto de gusto. Una diferencia cultural, si usted quiere. En todo eso, es algo que no me preocupa en absoluto". Un criterio que parecen compartir una gran mayoría de los periodistas norteamericanos, e incluso extranjeros. Como el canadiense Marc Greenought, de CBC, no ocultan su sorpresa, incluso su irritación, ante las críticas formuladas por los medios europeos respecto a la falta de las imágenes más duras y sangrientas de las víctimas del World Trade Center, y las restricciones para el acceso al lugar. "No lo comprendo, declaró a RSF. En tanto que periodista, tuve acceso a todo lo que necesitaba para realizar mis reportajes: al sufrimiento, a la emoción, a la humanidad en cada esquina de la calle. No había ninguna necesidad de ir a buscar la sangre bajo los escombros para esto." Segunda parte
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Updated on 20.01.2016