Por primera vea desde la creación de la organización, hace veinte años, una delegación de Reporteros sin Fronteras pudo visitar Libia, del 13 al 17 de septiembre de 2006. Hay que destacar que, aunque el país parece abrirse poco a poco, incluso en el terreno de los medios de comunicación, Libia sigue siendo uno de los Estados más represivos del mundo, en lo que se refiere a la libertad de prensa.
Por primera vez en veinte años Reporteros sin Fronteras ha podido viajar a Libia. Una señal, entre otras, de los cambios que se están operando en el país del “hermano líder” Gadafi. Pero esa “distensión” de las autoridades de Trípoli no debe esconder la realidad de un régimen que sigue siendo uno de los más cerrados del mundo para las libertades públicas: aunque, con el fin del embargo, Libia ha dado un giro de 180 grados en el aspecto diplomático y ha experimentado una apertura económica, permanece intacto el monopolio del Movimiento de los Comités Revolucionarios -la auténtica columna vertebral del régimen- y la prensa sigue siendo un instrumento de propaganda.
Los medios de comunicación continúan estando controlados por el poder, si bien es cierto que con la notable excepción de las televisiones por satélite e Internet. No existe ningún órgano de prensa independiente. Aunque Seif al-Islam y su Fundación protestan -el hijo del coronel Gadafi ha creado medios de comunicación más “jóvenes”, más “modernos”- sigue siendo peligroso rebasar las líneas rojas: Gadafi y su familia, la cuestión berebere, la gran corrupción, etc. “En Libia se puede criticar a Alá pero no a Gadafi”, resume un periodista, amparado en el anonimato. La prueba: el ciberdisidente Abdel Razak Al Mansouri, encarcelado durante dieciocho meses, y el periodista Daif Al Ghazal, asesinado en la primavera de 2005, tienen en común haber cuestionado a quien reina en el país desde hace ahora 37 años.
Pero los tiempos cambian. Gracias a Al-Jazira y a los publinets los libios ya no están como en el pasado aislados del resto del mundo. Cada vez soportan menos el estereotipado lenguaje de los medios de comunicación oficiales. Entre los periodistas, incluso si se les pide, los críticos se empeñan sistemáticamente en guardar el anonimato. Hay que decir que el miedo es palpable, incluso entre los corresponsales de la prensa extranjera. Es cierto que es posible viajar sin ir flanqueado por un guía o un intérprete, pero conseguir el visado sigue siendo con frecuencia un recorrido de combatiente, y no han desaparecido las presiones.
El “cambio”, presentado como un logro por el Sindicato de Periodistas Libios -a quien Reporteros sin Fronteras debe la invitación-, todavía tiene mucho que ver con el orden de la retórica. Los medios de comunicación, aunque finalmente abordan las preocupaciones de la vida cotidiana y denuncian la corrupción menuda que emponzoña de ordinario a los libios, continúan bajo el peso de un régimen político basado, se diga lo que se diga, en un sistema de partido único. Un signo esperanzador: existen puntos de vista contestatarios, incluso en las instancias dirigentes de la prensa. Las iconoclastas declaraciones del hijo de Gadafi -en favor de la privatización de los órganos informativos y muy críticas con respecto a la prensa- ponen de manifiesto, a su manera, una toma de conciencia en la más alta cumbre del poder: Libia se mueve por tanto para acompañar -¿para controlar?- las evoluciones en curso.
La comunidad internacional, y muy particularmente la Unión Europea, tienen que apoyar a todos quienes, en Libia y en el exterior, militan para conseguir, entre otras cosas, más libertad en el terreno de la información. Resulta imperativo que se exija toda la verdad sobre el asesinato de Daif Al Ghazal. Este caso permitirá medir la voluntad real del régimen para terminar con su aspecto más negro. Más allá de las grandes declaraciones, en ocasiones sinceras, para Reporteros sin Fronteras solamente se podrá hablar de un auténtico cambio cuando aparezcan medios de comunicación privados, y realmente independientes. Lo que todavía no es el caso.
La delegación de Reporteros sin Fronteras estuvo en Libia del 13 al 17 de septiembre de 2006. El informe completo de esta misión está disponible en www.rsf.org.