Carta abierta al presidente Hamid Karzai ante la Conferencia de París

Excmo. Sr. Hamid Karzai
Presidente de la República
Kabul - Afganistán
París, 11 de mayo 2008

Señor Presidente, En la víspera de la Conferencia para el desarrollo y la reconstrucción de Afganistán, que se celebra en París el 12 de junio de 2008, Reporteros sin Fronteras le pide que adopte compromisos claros para que la libertad de prensa, actualmente amenazada en su país, esté mejor protegida. Cerca de siete años después de la caída del régimen de los talibanes, Afganistán cuenta con cerca de 300 periódicos, entre ellos 14 diarios, más de diez canales de televisión y radios privadas, y siete agencias de prensa. El país nunca ha tenido tantos medios de comunicación y periodistas. Pero, paralelamente, la violencia contra la prensa no ha cesado de aumentar. Así, entre junio de 2007 y junio de 2008 Reporteros sin Fronteras ha tomado nota de no menos de 18 agresiones, 23 amenazas de muerte, 14 detenciones y 4 secuestros. Otras decenas de periodistas se han visto obligados a dimitir, a causa de presiones externas. Ahora esperamos que usted se comprometa, ante la comunidad internacional en París, a arreglar algunos de los casos más importantes relativos a la libertad de prensa. Si no lo hace, su gobierno podría perder la confianza de los periodistas afganos y el apoyo de la opinión pública internacional, complicando así la tarea de los Estados, especialmente de los de la Unión Europea, que apoyan económica, militar y políticamente a su administración. Usted no puede ignorarlo, Señor Presidente, el caso del joven periodista Sayed Perwiz Kambakhsh ha conmocionado al mundo entero. Su condena a muerte, en un tribunal de Mazar-i-Charif, ha generado una oleada de legítima indignación. Más de un millón de personas han firmado ya la petición puesta en marcha por el diario británico The Independent, pidiendo la libertad del joven. Las recientes revelaciones sobre las torturas que le han infligido los miembros de los servicios de seguridad han arrojado una duda acerca de la capacidad de su gobierno para respetar las normas internacionales en la materia. ¿Cómo puede usted pedir un apoyo más amplio de los países occidentales cuando en su país, al mismo tiempo, jueces, fiscales, responsables políticos o jefes religiosos atacan a los periodistas, y a veces recurriendo a la violencia? La puesta en libertad y la anulación de la condena a muerte de Sayed Perwiz Kambakhsh representaría un signo positivo en este panorama tan sombrío. Por otra parte es inaceptable la impunidad que perdura en muchos casos, relativos a periodistas afganos. Así, la incapacidad de la policía y la justicia para coger a los asesinos de Zakia Kaki, directora de la Radio de la Paz, debilita sus compromisos internacionales en favor del respeto al Estado de derecho. Esa impunidad anima a cometer más violencia con las mujeres periodistas. Desde el asesinato de Zakia Kaki, hace un año, decenas de periodistas afganas se han visto agredidas, amenazadas o reducidas al silencio. Solo su voluntad de resolver esos casos puede hacer que cesen los ataques. Sin actos, las palabras de calma de sus ministros carecen de cualquier eficacia. En el transcurso de los últimos meses han agredido al menos a diez mujeres periodistas, solo en la provincia de Herat. “La inactividad de las autoridades es un elemento importante en el aumento de estos ataques”, explica Rahimullah Samandar, presidente de la Asociación de Periodistas Independientes Afganos (AIJA). A comienzos del año 2008, en Mazar-i-Charif, unos desconocidos amenazaron de muerte a tres mujeres periodistas. “¿Por qué trabajas con los norteamericanos? Atención, te vamos a matar”, “Si continuas apareciendo en la televisión podemos secuestrar a tu hermana, tu madre y otros miembros de tu familia”, avisaban los autores de las llamadas anónimas. A pesar de sus repetidas demandas, las periodistas no han conseguido protección policial. Reporteros sin Fronteras ha recogido abrumadores testimonios sobre la incapacidad de las autoridades para garantizar protección a los periodistas, en ciudades como Herat. La periodista Khadijeh Ahadi, de la radio Faryad, se vio obligada a abandonar esa ciudad del oeste afgano, después de que la amenazaran de muerte. Presentaba un programa de radio muy popular, en el que daba la palabra a los habitantes, para que hablaran de sus condiciones de vida. Por su parte, Hasam Shams, ex director de antena en Herat de la televisión estatal, se vio obligado a dimitir como consecuencia de las presiones. “El renacimiento mediático se ha hecho con la participación de periodistas jóvenes, pero los enemigos de la libertad de prensa, y especialmente los hombres armados por los antiguos señores de la guerra, no toleran la emergencia de esos medios. Tiene poder para impedirnos trabajar”, ha comentado Hasam Shams. Según Najiba Ayubi, directora del grupo de prensa TKG, la situación es particularmente preocupante en las provincias: “La presencia de la comunidad internacional y de periodistas extranjeros en la capital obliga al gobierno a tolerar la libertad de prensa, incluso aunque no la quiera realmente. Pero en las provincias, los responsables hacen lo que quieren. Mientras esos hombres contrarios a la libertad de expresión dispongan de armas, y del apoyo del gobierno, no habrá esperanza para los periodistas”. Muchos periodistas afganos, preguntados por Reporteros sin Fronteras, se muestran extremadamente críticos con la forma en que su gobierno actúa con ellos. “El Estado ha perdido su honor al mostrarse incapaz de proteger la libertad de expresión”, estima Saad Mohseni, director del canal privado Tolo TV, frecuentemente acosado por las autoridades judiciales y religiosas. Como usted no ignora, Señor Presidente, los ataques se concentran esencialmente en los medios de comunicación independientes, con frecuencia críticos con las autoridades nacionales y locales. Naturalmente, su gobierno no es el responsable de las violaciones más graves. El asesinato esta semana, por los hombres de un comando talibán, de Abdul Samad Rohani, periodista de la BBC y de la agencia de prensa Pajhwok en la provincia de Helmand (Sur), ha demostrado una vez más la barbarie de los insurgentes. Ya en 2007, a Sayed Agha y Adjmal Nasqhbandi, chofer y guía del reportero italiano Daniele Mastrogiacomo, les mataron los talibanes en la misma provincia de Helmand. Finalmente, desearíamos que los diplomáticos afganos pudieran intervenir en favor de Alí Mohaqiq Nasab, director del mensual Haqoq-e-Zan (derechos de las mujeres), que ha pasado por una situación difícil en Irán. A pesar de que le pusieron en libertad con fianza el 29 de mayo de 2008, tras permanecer 86 días en la cárcel del Ministerio de Inteligencia en la ciudad de Qom (a 150 km. al sudoeste de Teherán), sigue viéndose acosado en Irán, y en Afganistán. Nunca, en la historia moderna de Afganistán, la población había podido acceder con tanta libertad a la información hecha por afganos para afganos. Antes, los medios más populares eran extranjeros, especialmente la BBC o VOA. Ahora, los afganos, sobre todo los jóvenes, plebiscitan a los medios independientes. Pero precisamente ellos son las víctimas de los ataques, presiones y el hostigamiento jurídico-religioso, que con frecuencia inician vuestros partidarios. Señor Presidente, esperamos encontrar en usted un interlocutor receptivo a nuestra demanda, y que haga lo que esté en su mano para terminar con tan preocupante situación. Le ruego, Señor Presidente, acepte la expresión de mi mayor consideración.
Robert Ménard
Secretario general
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Updated on 20.01.2016