Bután

Si bien Bután fue uno de los últimos países del mundo en haber autorizado la televisión (hace poco más de 20 años) e internet, hoy en día el reino se encuentra en plena transformación, al igual que su paisaje mediático. La radio juega un rol fundamental en la difusión de información. La Ley de Comunicación y Medios de Comunicación adoptada en 2018, estableció la creación de un órgano regulador de “InfoComm y Medios”; sus cinco miembros son nombrados directamente por el gobierno, lo que afecta de forma considerable la independencia de la prensa. El gobierno posee el principal diario del país, Kuensel, que publica en dzongkha (lengua oficial de Bután) e inglés, y el Bhutan Broadcasting Service, que ya no goza de un estatuto que garantice su independencia editorial. Pese a todo, el pluralismo sigue desarrollándose, como lo demostró la equilibrada cobertura periodística de la campaña electoral de 2018. Las publicaciones privadas sobreviven en medio de dificultades económicas: hay pocos lectores, no hay suficientes anunciantes, los principales ingresos por concepto de publicidad provienen de agencias gubernamentales. Algunos periodistas han enfrentado procesos legales por difamación. La ley de seguridad nacional, que castiga cualquier discurso que pueda crear “incomprensión u hostilidad entre el gobierno y el pueblo”, sigue frenando el libre ejercicio del periodismo. De manera general, en el país de la “felicidad nacional bruta”, la autocensura sigue siendo muy elevada y muchos reporteros no se atreven a cubrir temas delicados por temor a que se considere que cuestionan el orden social. En el ámbito digital, en pleno auge, la información circula cada vez más en los blogs y las redes sociales. La otra cara de la moneda: los periodistas que se atreven a publicar investigaciones o textos críticos padecen campañas de acoso en línea emprendidas por militantes políticos que propagan noticias falsas (desinformación) y discursos racistas, que los difaman y agreden personalmente.