Yevheniia Podobna: “Quiero escribir la historia de esta guerra en Ucrania antes de que sea demasiado tarde”

Podría haber tomado las armas. Eligió continuar con su cámara, su micro y su bolígrafo. Como muchos periodistas ucranianos, Yevheniia Podobna pasó por todos los estados de ánimo cuando los rusos invadieron Ucrania, el pasado 24 de febrero. La redactora jefe de los documentales de la gran cadena pública del país, Pershyi, relata a Reporteros Sin Fronteras cómo ha vivido estos seis meses de guerra.

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¿Unirse al frente o quedarse en la redacción? Yevheniia Podobna, redactora jefe de documentales de Pershyi, la principal cadena pública ucraniana, se planteó esta pregunta durante las primeras horas de la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Sin fusil, pero armada con su teléfono, grabó desde su casa los primeros helicópteros y aviones rusos que lanzaban bombas a pocos kilómetros de su domicilio. En las redes sociales, las informaciones falsas difundidas por partidarios del Kremlin, corrían como la pólvora. Es la estrategia del caos. “Más allá de los misiles, hemos sido bombardeados por la desinformación”, afirma. Como ex reportera de guerra, Yevheniia Podobna cubrió el conflicto en el Donbass desde 2014, siendo corresponsal de la cadena internacional ucraniana Channel 5, y posteriormente, realizadora de documentales, antes de incorporarse a Pershyi, en 2019. RSF se reunió con ella en Kiev, en la sede de su redacción, a principios de agosto. Esta entrevista ha sido realizada parcialmente en la capital ucraniana y a distancia.

¿Dónde estaba el 24 de febrero, al comienzo de la ofensiva rusa?

En mi casa, en Irpín, al norte de Kiev. Comprendí que una guerra total contra Ucrania había comenzado. Llamé a mi familia y a mis amigos, y recuerdo como si fuese hoy haberles dicho: “Ya está, es verdad. La ciudad de Járkov ha sido bombardeada y han cruzado la frontera”. En Facebook, reinaba el caos absoluto, como si los rusos estuvieran arrasando por todas partes. Entendí rápidamente que, más allá de los misiles, nos bombardeaban también con desinformación para sembrar el pánico. Pedí a mis amigos que me informasen solo de los hechos de los que habían sido testigos. Y escribí un post en Facebook, pero, siendo honesta, no pensé mucho en el trabajo. Estaba, sobre todo, preocupada por lo que había que hacer para poner a salvo a mi familia.

¿Estaba preparada para esta guerra?

Sí, tenía una maleta de supervivencia con medicinas y documentos. Había almacenado agua y alimentos. Unos días antes, había pedido a mis vecinos que vinieran a preparar el sótano de nuestra casa con palets, mantas y velas, por si acaso…Se rieron. Todo el mundo pensaba que Rusia se estaba marcando un farol.

¿Cuándo empezó a cubrir la guerra?

La misma tarde del 24 de febrero, desde la ventana de mi casa. Había tantos helicópteros militares rusos en el cielo que no fui capaz de contarlos. Atacaban el aeropuerto de Hostomel, que no está muy lejos de mi casa. Por un instante, la periodista que soy se despertó. Saqué mi teléfono móvil para grabar. Pero, me acordé de una regla básica en tiempos de guerra: no quedarse mucho tiempo cerca de las ventanas. Poco después, y por primera vez en mi vida, vi aviones lanzando bombas desde el cielo. Sabíamos desde el 24 de febrero hasta qué punto todo iba a ser difícil.

“Una vergüenza inmensa de no haber estado junto a mi compañero, asesinado en mayo”

¿Cómo sentirse útil cuando se es periodista de un país en guerra?

Es muy difícil, al principio. La contribución más importante y evidente era la de dejar el micro y tomar las armas, como lo han hecho algunos de mis colegas. He sentido una vergüenza inmensa de no haber estado junto a mi compañero Oleksandr Makhov, que se alistó y que fue asesinado en el mes de mayo. Mi ciudad fue invadida enseguida por el ejército ruso. Habida cuenta de mi pasado como corresponsal de guerra, no tenía un minuto que perder. Había que irse (*NDLR: los civiles que tienen vínculos con los militares ucranianos son objetivos de las tropas rusas). No paraba de repetirme que no era una refugiada y que pronto estaría de vuelta en casa. En el trayecto, estuvimos a punto de chocar con una columna de tanques rusos. Logramos huir, pero durante una semana no puede probar bocado, ni tampoco dormir. Y luego, retomé el trabajo.

¿Qué hizo una vez que regresó a la televisión ucraniana?

Tenemos un programa que se llama “Héroes”. Son retratos de 15 minutos de ucranianos y ucranianas de a pie que han hecho cosas extraordinarias. Es lo único bueno que ha traído esta guerra. Ha revelado el coraje extraordinario de gente corriente: un médico que decide quedarse en la ciudad ocupada de Bucha para operar, un entrenador deportivo que sortea los bombardeos y los disparos para evacuar a gente con su coche… Han salvado la vida a docenas de personas arriesgando la propia. Estos retratos devuelven la valentía y la esperanza. Estoy trabajando en un libro sobre los acontecimientos de Bucha e Irpín, donde vivo (*NDLR: dos ciudades ucranianas de la periferia norte de Kiev, donde las tropas rusas han perpetrado numerosas agresiones, violaciones y ejecuciones sumarísimas). Grabo varias entrevistas al día de testigos de la ocupación y de las atrocidades cometidas. Cada entrevista es más terrible que la anterior, pero es mi deber como periodista. Quiero escribir esta historia antes de que sea demasiado tarde. Con la guerra, no sé si estaré aquí mañana. En cuanto acabe este proyecto, volveré a ser corresponsal de guerra.

¿Cuáles son las mayores dificultades que afronta como periodista?

No tenemos acceso a los territorios ocupados por los rusos. Para un periodista ucraniano, ir allí es suicida. Es difícil encontrar testigos, no ponerlos en peligro, y saber exactamente qué está pasando en esas zonas. Lo peor es lo relativo a los prisioneros ucranianos, ya sean militares o civiles. No tenemos ninguna información y, sin embargo, es uno de los temas más importantes para nosotros. También existen problemas más prácticos, como el acceso a la red móvil y a Internet, que puede ser complicado en la línea de frente, o el hecho de pasar varias horas en los subsuelos, porque las alertas aéreas son frecuentes.

¿Cómo se hace frente a la propaganda y a la desinformación, también utilizadas como armas de guerra?

Del lado ucraniano, esta guerra se ha jugado también en el terreno digital desde el primer día. La gente se puso a grabar todo, a fotografiar todo y a compartir sus fotos. Esto hace que la mentira y la manipulación sean más difíciles. A la vez, hay que reconocer que la desinformación circula a la velocidad de la luz, especialmente en los canales de Telegram. Rusia ha invertido recursos colosales en esta guerra psicológica de la información, bombardeando torres de televisión y utilizando masivamente la propaganda en los territorios conquistados. En Mariúpol, por ejemplo, cuando los habitantes no habían tenido aún acceso ni a alimentos, ni a agua potable, los rusos ya estaban haciendo circular vehículos con pantallas difundiendo vídeos propagandísticos. Los periodistas que viven en esos territorios están condenados a la clandestinidad.

*NDLR: nota de la redacción

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