Fathimath Nisreen fue detenida en enero de 2002 por colaborar en una newsletter que criticaba al gobierno. A pesar de estar condenada al destierro en una pequeña isla del archipiélago, en agosto de 2004 le autorizaron a residir provisionalmente en la capital. Sin embargo, la ciberdisidente fue nuevamente encarcelada por participar en una manifestación pro-democrática. Ella cuenta su calvario en las cárceles.
"Nunca me torturaron físicamente en la cárcel. Pero las secuelas de lo que he padecido en la cárcel son irreversibles"
Fathimath Nisreen fue detenida en enero de 2002 por haber colaborado en Sandhaanu, un boletín informativo difundido por e-mail, que denunciaba los atentados a los derechos humanos y la corrupción en las Maldivas. Acusada de "difamación" y de "intentar derrocar al gobierno", le castigaron con 10 años de cárcel. En 2003 redujeron la condena a cinco años de destierro en la isla de Feeail. En el momento del juicio, Fathimath solo tenía 22 años.
El 12 de agosto de 2004, por la noche, tuvo lugar una manifestación pacífica de protesta contra el régimen, mientras la ciberdisidente se encontraba en Malé (la capital), durante algunas semanas. Aunque estaba en régimen de residencia vigilada pudo participar en la manifestación. La joven ha aceptado dar su testimonio acerca de la violenta represión padecida.
"En la noche del 14 de agosto de 2004, unos desconocidos vinieron a buscarme en moto para pedirme que acudiera a una manifestación pro-democrática que, desde por la mañana, estaba teniendo lugar en Republic Square. Acepté acompañarles. Una vez allí, me dirigí a la multitud para hablar de mi experiencia y de la injusta condena que me ha sido impuesta. La reunión, absolutamente pacífica, duró toda la noche. A las 11 horas de la mañana siguiente, los Servicios de Seguridad Nacional (NSS) pidieron a los manifestantes que regresaran a sus casas. Tanto la televisión como la radio difundieron las órdenes. Pero nadie se movió.
Hacia las 14,30 horas escuché el sonido de una sirena. Enseguida supe que la policía iba a utilizar gases lacrimógenos para desalojarnos. Efectivamente, a las 15 horas la NSS lanzó la ofensiva, utilizando gases lacrimógenos y propinando golpes a los manifestantes. Yo me encontraba un poco al margen y asistía a la horrible escena sin poder reaccionar. No comprendo como esas personas, que están destinadas a protegernos, pudieron zurrarnos así, sin motivos. Me sentí verdaderamente traumatizada por lo que vi aquel día. Cuando han pasado más de tres meses de aquellos incidentes todavía tengo pesadillas, con lo que pasó. En mi memoria se ha grabado especialmente la imagen de un joven de 15 ó 16 años, al que daban bastonazos.
Finalmente, unos policías se me acercaron y amenazaron con pegarme. Entonces escapé. Sabía que vendrían a buscarme a mi casa, pero de todas maneras regresé a ella. Llegaron por la noche y me montaron en un jeep de la NSS, esposada y con los ojos vendados. Mientras me detenían, un policía situado detrás de mi me toco el sexo. Nunca hubiera creído que los hombres de los servicios de seguridad harían ese tipo de cosas. Era innoble.
Primero estuve dos días, siempre esposada y con los ojos vendados, en una sala con otros 25 detenidos, hombres y mujeres. Hasta el tercer día no me comunicaron que estaba detenida por participar en una manifestación ilegal. El 17 de agosto me interrogaron por primera vez. Les dije que quería ver a mi abogado, pero se negaron indicándome que el presidente Gayoom había declarado el estado de excepción, y que durante ese período se podía infringir cualquier derecho fundamental. En los siguientes interrogatorios nunca me torturaron físicamente. Pero me gritaron en la cara e intentaron asustarme.
El 21 de agosto fui trasladada a la cárcel de Dhoonidhu y encerrada en una celda pequeña, junto con otra detenida. Mi madre pudo visitarme por primera vez. Se había sentido profundamente afectada por mi detención y parecía que estaba deprimida. Desde su visita, rezo por ella todos los días.
Me interrogaron varias veces. Un día me preguntaron si deseaba la dimisión del Presidente. Respondí que no soportaba que un hombre se sirviera de la religión para mantenerse en el poder y que además, por su culpa, la justicia era inexistente en mi país. Durante los interrogatorios los policías me insultaron varias veces, llegando incluso a llamarme prostituta.
Salí de la cárcel el 24 de octubre. Antes, todavía tuve que pasar por un último interrogatorio, durante el cual los policías intentaron que firmara una declaración. Me negué a hacerlo sin la presencia de mi abogado. Cuando leí esa declaración me di cuenta de que habían modificado algunas de mis manifestaciones, y habían añadido párrafos enteros. Finalmente aceptaron ponerme en residencia vigilada sin que firmara el documento.
En la cárcel nunca me han torturado físicamente. Pero son irreversibles las secuelas de lo que he padecido en la cárcel. Ahora estoy más decidida que nunca a luchar para que se nos respete como seres humanos. Nuestros sufrimientos no acabarán mientras el régimen perdure. Felizmente creo en Dios, que actúa por el bien de la humanidad y que siempre nos apoyará".
Fathimath Nisreen debería ser devuelta próximamente a la isla de Feeail, para cumplir allí su condena de destierro. Padece de la espalda tras su paso por la cárcel, pero no le proporcionan ninguna asistencia médica apropiada.