Detenido durante la oleada represiva de la primavera de 2003 y condenado después a veinte años de cárcel, el periodista independiente Mario Enrique Mayo Hernández (foto) salió en libertad el 1 de diciembre, por razones de salud. Ha contado a Reporteros sin Fronteras la prueba psicológica que para él han representado los veintisiete meses que ha permanecido detenido.
Encarcelado con otros 26 periodistas durante la oleada represiva de la primavera de 2003, Mario Enrique Mayo Hernández, de la agencia independiente Félix Varela, salió en libertad el 1 de diciembre de 2005, por razones de salud. Ha contado a Reporteros sin Fronteras la prueba psicológica que para él ha representado la difícil experiencia carcelaria.
« El universo carcelario está en completa contradicción con mi universo moral, y mi manera de ver la vida. La cárcel es el lugar de todos los peligros. Hay que mantenerse en alerta permanente contra los malos tratos de los guardianes, las peleas entre detenidos, los robos, las humillaciones. Es un shock psicológico, un stress permanente para alguien que, como yo, defiende sus ideas.
Los traslados intempestivos (al periodista le trasladaron cinco veces) agravaron el shock, porque hacen imposible que uno se adapte mínimamente. Primero estuve encarcelado en Holguín (Este) y después en dos cárceles de Santiago de Cuba (Sudeste). Desde el principio me negué a plegarme a la condición de preso. Creo que los traslados formaban parte de las represalias. Hice varias huelgas de hambre. Por esa razón me ingresaron en el hospital militar de la cárcel de Combinado del Este, en La Habana (Noroeste). Pasó un tiempo antes de que me sometieran a tratamiento. Ese tiempo de espera fue una tortura más.
Finalmente, las autoridades penitenciarias accedieron a acercarme a mi familia, enviándome a la cárcel de Kilo 7, en Camagüey. El tiempo pasado en la cárcel se hacía cada vez más difícil de soportar. El director del hospital psiquiátrico de Camagüey me ayudó a aguantar, pero yo prefería dejar este mundo antes que continuar viviendo en esas condiciones. Era una cuestión de conciencia.
Nunca pensé que estaría en libertad tan pronto. El 1 de diciembre por la mañana vinieron a verme dos funcionarios del control penal. Me dijeron que el director de Kilo 7 quería verme. Así que me llevaron a su oficina. Allí estaba un agente de la Seguridad del Estado. Me emocioné mucho al saber que me habían concedido una licencia extra penal. Estaba tan emocionado que los funcionarios llamaron a mi madre para informarle porque yo no conseguía encontrar las palabras para hablar con ella”.
“Creo que conseguí aguantar gracias a la poesía. En la cárcel escribí poemas, especialmente sobre mi mujer, mi madre, mi ciudad. A la salida supe que, gracias a mi esposa, había conseguido un premio de poesía, en el marco de un encuentro de disidentes en Puerto Rico. De momento necesito descansar, y escribir para mí mismo. Continúo con un tratamiento contra la depresión, aunque cada vez voy a tomar dosis más pequeñas. »