La excepción católica

Investigación de: Christian Lionet
La Constitución y la legislación cubana de prensa conceden al gobierno comunista un monopolio absoluto sobre los medios de información escritos, audiovisuales e informáticos. Todos son propiedad del Estado y los editan organismos que emanan del Partido Comunista Cubano (PCC). Los periodistas que ejercen en esos medios pertenecen obligatoriamente a la Unión de Periodistas Cubanos (UPEC), una instancia corporativista y política, que también se encuentra en la órbita del PCC. Sin embargo, algunas decenas de periodistas ejercen su oficio al margen de la tutela del Estado y del partido. Su producción se difunde en algunos medios de comunicación situados en el extranjero, esencialmente sitios de Internet y emisoras de radio dirigidas a los cubanos en el exilio; pero también Radio Martí, una emisora financiada por el gobierno federal norteamericano cuyos programas, emitidos desde Estados Unidos, se pueden captar en la isla a pesar de las interferencias, que dificultan la escucha. Para las autoridades, esos periodistas "independientes" ejercen en una ilegalidad total. A finales de marzo de 2003, detuvieron a veintiséis de ellos, junto con medio centenar más de disidentes, y les condenaron a penas que llegan hasta los veintisiete años de cárcel. En la práctica, en estos comienzos del siglo XXI, en el territorio cubano no circula ninguna información que no sea emitida, publicada o editada por entidades al servicio del régimen castrista. La excepción católica A pesar de que la prensa está totalmente controlada por el Estado, el gobierno tolera la existencia de una quincena de revistas católicas independientes, cuyo contenido no está sometido a autorización ni censura previa. Su fabricación y distribución, por artesanal que sea, también es autónoma de las imprentas y redes públicas. La tolerancia del poder con la institución católica se limita a la prensa escrita: la Iglesia nunca ha conseguido, como reivindica, programas autónomos en la radio y la televisión del Estado (que tienen el monopolio de las ondas), a pesar de la petición explícita que hizo Juan Pablo II, durante su visita a la isla en 1998. Y es aun más relativa porque la difusión total de las revistas católicas en Cuba, inferior a 50.000 ejemplares, continúa siendo confidencial y su periodicidad frecuentemente es bimestral. Por otra parte, la distribución, confinada en el circuito de las parroquias, en la práctica se limita al círculo de los fieles. Una prensa diocesana Cada diócesis dispone de su propia revista. La más "profesional" por presentación, fabricación y la experiencia de su equipo profesional, es la de la archidiócesis de La Habana, Palabra Nueva. Al disponer de más recursos materiales y humanos es la única que tiene periodicidad mensual y se imprime (en offset, aunque en una máquina plana). Su tirada alcanzó, en noviembre de 2002, 10.300 ejemplares. Sin embargo, la más reputada es Vitral, la revista de la diócesis de Pinar del Río (oeste de La Habana). Vitral, que reivindica una difusión de 5.000 ejemplares, debe su fama a la personalidad y la audacia editorial de sus colaboradores, así como a la publicidad involuntaria que le hizo la prensa oficial en la primavera de 2000, al emprender una virulenta campaña de denigración contra su director, Dagoberto Valdés. El Vaticano reaccionó nombrando a Valdés delegado en la comisión pontificia Justicia y Paz. El director de Vitral se convirtió así en el primer laico cubano miembro de la curia romana. Por otra parte, Vitral se publica en un sitio de Internet, www.vitral.org, que reivindica 20.000 visitantes mensuales. En el otoño de 2002, aparecieron también las siguientes revistas diocesanas: Presencia en Matanzas, Amanecer en Santa Clara, Puentes en Santi Spiritu, Pasos y Fides en Cienfuegos, Enfoque en Camagüey, Imago en Ciego de Avila, Iglesia en marcha en Santiago y Cocuyo en Holguín. En la misma época, Alba (de Guantánamo) suspendió "provisionalmente" su publicación. A esas publicaciones diocesanas hay que añadir dos revistas de periodicidad irregular, editadas por grupos de laicos autónomos de la jerarquía secular:
Espacios, animada por Joaquín Bello, ofrece la mayor variedad de temas socioculturales abordados por la prensa cristiana. Bello es director del grupo Promotor (por la participación social de los laicos) de la archidiócesis de La Habana. También es miembro del Secretariado general de la Conferencia Episcopal Cubana.
Ethos, editada en Santa Clara, es una revista de reflexión sobre cuestiones bioéticas: fecundación in vitro, aborto, manipulaciones genéticas, clonación, etc. Para completar el panorama, hay que mencionar a la decana de las revistas católicas de Cuba, que en 2002 cumplió cuarenta años. Dirigida por el padre Juan de Dios, Vida cristiana es una modesta hoja recto verso (21 x 32), semanal, editada por los jesuitas. También es modesto su contenido: generalmente, el editorial consiste en una breve exégesis de un pasaje de las Escrituras, y uno o dos artículos que desarrollan temas de ontología cristiana (por ejemplo, el valor del diálogo, el arte de envejecer). Hay que destacar que Vida cristiana fue la única publicación católica tolerada en Cuba, entre 1962 y 1985. Palabra Nueva: "cristianamente correcta" Los sumarios de las revistas diocesanas son bastante uniformes. Aparte de las informaciones relativas a la vida de la diócesis y a las actividades pastorales, generalmente ofrecen artículos sobre acontecimientos y personalidades de la historia, o de la Iglesia cubana, y reflexiones morales sobre los grandes temas de la vida social. Las alusiones a la situación del país, y a la actualidad, son sigilosas, las críticas siempre implícitas. El tono es sistemáticamente cortés y respetuoso con las autoridades y la administración, sobre todo cuando el artículo subraya alguna divergencia entre el punto de vista cristiano y las concepciones y prácticas del régimen castrista. Palabra Nueva, y sobre todo Vitral, dan prueba de mayor audacia. El director de Palabra Nueva, Orlando Márquez, de 40 años, es el "coordinador de la prensa católica de Cuba". Es miembro del Consejo episcopal para cuestiones de prensa. "Todas las publicaciones católicas de Cuba son publicaciones de la Iglesia", insiste, aunque admitiendo que las diferentes redacciones actúan con total autonomía, las unas en relación con las otras. Arquitecto de formación, Orlando Márquez preparó en México, en 1990, la licenciatura pastoral de comunicación en el CELAM (Consejo Episcopal de América Latina). A su regreso creó Palabra Nueva, con el deseo de conseguir un máximo de profesionalidad, por estimar que "los cristianos tenían derecho a una revista de calidad". El primer número salió en abril de 1992, y los comienzos fueron difíciles. "Era el momento más duro del "período especial", cuenta Márquez. Acumulamos un año de papel antes de empezar, para estar seguros de poder conseguirlo. De ese primer número se tiraron 1.000 ejemplares. El gobierno no reaccionó, no quería granjearse la enemistad de la Iglesia en un momento particularmente delicado en el plano político". Palabra Nueva está dirigida por un consejo de redacción de cinco miembros (tres laicos, entre ellos Orlando Márquez, y dos sacerdotes) y cuenta con una quincena de colaboradores, entre los que se encuentra Emilio Barreto, un editor procedente de la escuela de periodismo de la Universidad, cuyas puertas se entreabrieron a algunos católicos declarados. Otro periodista veterano: Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, un teólogo cercano al Vaticano que fue el responsable de la crónica religiosa de El Mundo, uno de los últimos diarios privados autorizados en Cuba hasta 1968. Los medios técnicos son irrisorios. "Se multicopian las 58 páginas una a una, recto y luego verso, explica Orlando Márquez. Los cuadernillos se reúnen y se grapan a mano. Un trabajo de Sísifo, que necesita cinco empleados durante dos o tres semanas". Los números se veden en las parroquias a 0,8 pesos (1 dólar = 20 pesos), y generalmente se revenden en las iglesias al precio de un peso. Un centenar de ejemplares se envían a las instituciones oficiales, entre otras a la "Oficina de atención" del buró de asuntos religiosos del Comité Central del Partido Comunista, y a la Biblioteca Nacional (que jamás acusan recibo). Palabra Nueva está ampliamente financiada por la ONG católica alemana Adveniat. En 1998 recibió el premio de la Unión Católica de Prensa, concedido en París. Orlando Márquez define el objetivo de su revista: "Que los fieles encuentren en ella una respuesta cristiana a sus preocupaciones sociales, societarias, culturales, económicas, filosóficas y religiosas; y que la sociedad sepa lo que piensa la Iglesia". También señala los límites: "Nuestro problema es conseguir que no se nos confunda con la prensa de la oposición. Está claro, somos la revista de la Iglesia, y la Iglesia no es ni aliada del poder ni opositora. Pero la prudencia no es sinónimo de silencio o de complicidad. Nuestro mensaje se dirige a todos, cualquiera que sea su afiliación política". Insiste: "No hay intervención de las autoridades. Ninguna censura previa ni reacciones a posteriori. Tan solo, a veces, en casuales encuentros informales con personas oficiales, nos exponemos a reflexiones del tipo de "ustedes exageran, las cosas no son realmente como ustedes pretenden", etc. Estamos siempre en el filo de la navaja, navegamos entre los escollos de la oposición y la complicidad. Es un estar al margen permanente". Sin embargo, algunos miembros del clero y varios fieles reprochan a Palabra Nueva un exceso de prudencia, que sería un reflejo de la del arzobispo de La Habana, Monseñor Ortega, más preocupado por apuntalar el margen de autonomía conquistado por la Iglesia cubana tras la visita del Papa, que por arriesgarse a comprometerlo con alguna afirmación polémica de los principios cristianos. Por eso, tuvieron que pasar varios meses antes de que Orlando Márquez se refiriera en Palabra Nueva al Proyecto Varela, lanzado por Oswaldo Paya Sardiñas, presidente del Movimiento Cristiano de Liberación, un partido (ilegal) de oposición. Esa petición, que respeta un procedimiento de iniciativa popular previsto por la Constitución cubana, ha recogido más de veinte mil firmas. Reclamaba que la Asamblea Nacional organizara un referendum sobre la amnistía de los presos políticos y la creación de una sociedad pluralista. Oswaldo Paya recibió el premio Harriman de la Democracia 2002, concedido por el Partido Demócrata norteamericano y después, el 17 de diciembre de 2002, el Premio Sajarov del Parlamento Europeo. Palabra Nueva terminó por abordar el tema, pero lo hizo a través de una respuesta a la carta de un lector, sorprendido por su silencio. "Defendemos el derecho de los ciudadanos a hacer uso de sus derechos, incluso al margen del poder, argumentó Orlando Márquez, pero no promovemos un programa o un proyecto político". Sin embargo, escribió en la revista que "el compromiso político y social del Proyecto Varela era cristianamente correcto". Vitral: "en el límite de lo insoportable" Vitral es temeraria de otra manera, a imagen del grupo de laicos que la anima, que tomó públicamente partido a favor del Proyecto Varela, y llamó a los cristianos a firmar la petición. Este llamamiento, que contó con el apoyo del obispo de Pinar del Río, se leyó en todas las iglesias de la diócesis, en los sermones dominicales. En junio de 2002, cuando Fidel Castro reaccionó al Proyecto haciendo aprobar, por referendum, una enmienda declarando "irrevocable" la Constitución socialista, Dagoberto Valdés firmó un largo editorial titulado "Todo pasa", enumerando todo lo que había cambiado en Cuba en diez años, a pesar de que se creía "irrevocable", como la fraternidad soviética, la prohibición del dólar y la prostitución, etc. Y concluía que, por tanto, nada era "irrevocable". Vitral se presenta como revista sociocultural. Su aventura empezó en 1993, en la estela de Palabra Nueva, cuando Dagoberto Valdés, entonces presidente del Consejo técnico de plantaciones de tabaco del departamento (el más famoso del país) y militante católico, fundó un Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) que a partir de entonces reunió semanalmente a una veintena de oyentes libres, para discutir un tema dado, societario, sociológico o cívico. "Es un pequeño espacio entre la utopía que nos anima y la realidad que nos aplasta, analiza Valdés. Aquí se reflexiona sobre temas tales como la división de poderes, el pluralismo, la democracia representativa, la investigación, la educación popular, etc. Los participantes llegan de todos los horizontes e incluso tenemos simpatizantes comunistas". El bimensual quiere ser la transcripción de esas reflexiones. "La Iglesia sirve de paraguas, reconoce Dagoberto Valdés, que cuenta con la solidaridad sin fisuras del obispo de Pinar del Río, Monseñor Siro González. No se pidió permiso, porque nunca lo hubiéramos tenido (...) Para el gobierno, sería un terrible error enfrentarse frontalmente con la Iglesia -aunque no lo descarto- porque tiene credibilidad, prestigio y la autoridad moral de haberse mantenido durante cuarenta y tres años en un país en el que solo hay un 1% de practicantes, aunque un 72% están bautizados o son personas que se definen como católicas". Las relaciones con las autoridades locales son tensas. Los oyentes regulares y los animadores del CFCR se ven frecuentemente acosados. El propio Dagoberto Valdés, que dirigía a un centenar de ingenieros agrónomos, fue degradado como "yagüero", obrero agrícola encargado de recoger la "yagua", la corteza de palma que sirve para embalar el tabaco recolectado durante el primer período del secado de las hojas. "El régimen me ofreció una formidable oportunidad para meterme en la realidad social, dice divertido, porque pasaba la jornada en el tractor, hablando con la gente. Desde entonces, todo lo que escribo en Vitral está inspirado en lo que veo y oigo en mi trabajo. Se ha reforzado mi condición de cubano y cristiano. La censura se ha transformado en formación". Añade: "Cuando el totalitarismo suprime todas las libertades, deja una última libertad, la de vivir esa ausencia de libertades con dignidad y creatividad. Eso es lo que hacen los hombres de la libertad, en este campo de concentración de 110.000 km2". En mayo de 2000, dos editoriales sucesivos de Granma tomaron como blancos a Dagoberto Valdés y al obispo de Pinar del Río, denunciando sus empresas "contrarrevolucionarias". Los artículos los repitieron en la radio. Un "debate" televisivo calificó a Valdés con 87 epítetos difamatorios en una hora...A sus tres hijos les llevaron ante sus condiscípulos de la escuela, con ocasión de una "reunión revolucionaria", para que escucharan un discurso poco edificante sobre su padre. Resultado: un centenar de nuevos abonados a Vitral, y que Juan Pablo II nombrara a Dagoberto Valdés para la comisión pontificia "Justicia y Paz". "Soy el primer obrero agrícola del mundo en acceder a esta cofradía, señala el interesado. Como le escribí, soy el yagüero del Papa, con un pie en el Vaticano y el otro en el barro. Pero siempre me han negado los visados de salida para participar en los trabajos de la Comisión, en el extranjero". El obispo hace de pararrayos recibiendo cortésmente los llamamientos de los responsables del PCCC, que le explican que ni el periódico ni los periodistas son realmente católicos...La responsable departamental del Comité Central del PCC calificó de "límite de lo insoportable" el número sobre el carácter forzosamente revocable de lo irrevocable. Otras críticas llegan del interior de la propia Iglesia, y estiman que Vitral sobrepasa los límites, comprometiendo las frágiles prerrogativas conquistadas desde hace diez años. "Nosotros no mordemos el anzuelo", zanja Dagoberto Valdés que, por su parte, se niega por ejemplo a participar en las procesiones públicas, toleradas en La Habana desde la visita papal: "No iré mientras el pueblo cubano no pueda salir a la calle para decir su sufrimiento, su pena, lo que tiene en el corazón". Y añade: "Tenemos que desconfiar también de nuestros amigos católicos. La democracia no es forzosamente un ideal bien asumido, algunos en el fondo sueñan, para mañana, con una prensa católica única y una escuela confesional obligatoria..." Vitral se distribuye por suscripción, cada dos meses, en la red de las parroquias -única alternativa al correo- donde los lectores retiran el ejemplar que tienen reservado. Las cerca de 80 páginas se crean por ordenador, impresas y fotocopiadas. La tirada, el montaje y la encuadernación de los 5.000 ejemplares emplean seis horas al día, durante un mes, a seis personas en una pequeña habitación de los locales diocesanos. Las páginas del sitio de Internet también se crean allí, pero se ponen en línea en Europa. Los 20.000 visitantes mensuales proceden en un 45,8% de Estados Unidos, un 27,5% de América Latina y un 18,2% de Europa. En cuanto a los cubanos, solo disponen de un acceso limitado a Internet. Conclusión : una excepción marginal En Cuba, la prensa católica constituye la única excepción conocida y autorizada del monopolio del Estado sobre la información. Sin embargo, esta excepción tiene sus límites. En primer lugar, por sus proporciones: las tiradas se mantienen confidenciales y las publicaciones disponen de pocos medios técnicos. Y después, por su contenido. Al margen de Vitral, ninguna de las publicaciones parroquiales se aventura por los caminos de la crítica explícita de las autoridades, por temor a que las cierren o a poner en peligro las ya difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado. La prensa católica no tiene, pues, ni los medios ni la libertad para rivalizar con la prensa oficial.

Publié le
Updated on 20.01.2016