La antorcha olímpica en Xinjiang y Tibet: control de la prensa extranjera

Despreciando los compromisos asumidos con el Comité Olímpico Internacional (COI), las autoridades chinas han impedido que pudiera hacerse una cobertura libre del paso de la antorcha olímpica por Xinjiang y Tibet. Solo autorizaron que un número limitado de periodistas extranjeros pudieran acudir a Kashgar, Urumqi y Lhassa. Por otra parte, las autoridades han utilizado el paso de la antorcha olímpica por esas dos regiones sensibles para desencadenar otra campaña de propaganda, mientras el gobierno y el COI siguen diciendo que no hay que politizar los JJOO. “Nunca, habíamos asistido a una puesta en escena así, en la que se invita a la población, considerada un peligro potencial, a permanecer en sus casas. Nunca los medios de comunicación extranjeros habían encontrado tantos obstáculos para cubrir un acontecimiento, politizado a ultranza por las autoridades de Pekín. A pesar de todas estas derivas, el COI permanece silencioso mientras que acabamos de asistir a una nueva violación de la Carta Olímpica, con unos cargos oficiales chinos que utilizan la antorcha olímpica para justificar la represión política”, ha manifestado la organización. El paso de la antorcha olímpica por Lhassa, el 21 de junio de 2008, fue cubierto tan solo por medio centenar de periodistas extranjeros, de los que cerca de la mitad pertenecían a medios de Hong Kong, Macao y Taiwan, cuidadosamente seleccionados por el Consejo de Estado (gobierno chino). Las agencias internacionales de prensa, así como algunas televisiones propietarias de los derechos de transmisión de los JJOO de Pekín, fueron invitadas a pasar poco más de 24 horas en Lhassa, mientras las regiones tibetanas llevan más de tres meses cerradas a los extranjeros. No invitaron a ningún diario norteamericano, ni británico. Una vez en el lugar, a los periodistas extranjeros no se les autorizó a ir al templo de Jokhang, en el centro de la ciudad antigua de Lhassa, pero en cambio les llevaron guiados a Potala y al Monasterio de Sera. “La presencia de muchísimos policías de civil, que grababan nuestros gestos y lo que hacíamos, contrastaba con la cruel ausencia de monjes, a quienes plantear preguntas”, ha explicado, a Reporteros sin Fronteras, un periodista que estuvo en Lhassa. A los periodistas les acantonaron en el parque que se encuentra frente a la antigua residencia de verano del Dalai Lama, de donde salía el recorrido. Se les impidió seguir a la antorcha, ir a la ciudad antigua y preguntar a los tibetanos. Los guías oficiales intentaron también engañar a los periodistas sobre la realidad de Lhassa. A la pregunta de un periodista canadiense acerca de las razones del cierre de todas las tiendas en el recorrido de la antorcha, un oficial respondió que en Tibet siempre están cerradas las tiendas los sábados, no que es no verdad. “El paso de la antorcha por Lhassa fue muy triste. Con espectadores seleccionados por las autoridades, la policía a todo lo largo del recorrido y auténticos controles militares en la ciudad”, ha resumido uno de los reporteros que estuvo en Lhassa. El corresponsal del periódico canadiense The Globe and Mail ha revelado que en China no se puede acceder al artículo que escribió tras su paso por Lhassa. En Xinjiang las autoridades regularon estrictamente el trabajo del grupo de periodistas extranjeros invitados a cubrir el paso por Kashgar y Urumqi. A pesar de las promesas de las autoridades locales a los medios extranjeros, se les prohibió hablar con los uigures, al margen del paso de la antorcha. “No se pongan nerviosos, les seguimos concediendo libertad para trabajar”, intentó justificarse un oficial chino ante un reportero de la agencia Reuters, en Kashgar. Los pocos periodistas que estuvieron presentes el 18 de junio iban rodeados de policías que les impedían aventurarse fuera del perímetro de seguridad. Incluso, para la ocasión, las autoridades de Xinjiang habían preparado un guía para todos los reporteros, precisando que en caso de que se produjeran acontecimientos repentinos, es decir que hubiera manifestaciones, se les pediría que “se marcharan del lugar”. Como en Lhassa, el público estaba compuestos de población han y uigur, seleccionada por las autoridades, que pidieron a la mayoría de los habitantes que no salieran a la calle y vieran la ceremonia por televisión. Durante estas dos etapas tan sensibles los medios de comunicación oficiales distribuyeron mensajes políticos, a veces muy agresivos. El jefe del Partido Comunista Chino del Tibet aprovechó la ceremonia de la antorcha en Lhassa para atacar a la “pandilla del Dalai Lama”, a la que ha jurado destruir. “El cielo del Tibet no cambiará nunca y la bandera roja con las cinco estrellas ondeará para todos bajo este cielo”. Sin permitir efectuar ninguna verificación independiente, uno de los responsables comunistas del Tibet aseguró que han salido en libertad la mayoría de las 1.300 personas detenidas como consecuencia de las manifestaciones del pasado marzo. Las autoridades han considerado que un informe de Amnistía Internacional, sobre la detención de más de mil tibetanos, no tiene ni “una pizca de credibilidad”. Los medios chinos han presentado el paso de la antorcha por Lhassa como una etapa conseguida, bajo el signo de la seguridad. La agencia Xinhua ha hablado de atmósfera alegre y pacífica. Por su parte, el sitio Sohu habla de la pasión por la antorcha en Tibet, que tras ser llevada hasta lo alto del Everest ha conseguido un auténtico éxito en Lhassa. Y el canal estatal ha aprovechado la ocasión para emitir programas especiales, elogiando el desarrollo del Tibet gracias a los esfuerzos del gobierno. En cambio, el canal no mostró ninguna imagen de la policía militar que se encargaba de la seguridad de la antorcha en Lhassa o Kashgar. Por otra parte, preguntados por Reporteros sin Fronteras, varios corresponsales en Pekín contradicen la realidad de una “política de cero rechazo” de las peticiones de entrevistas, enunciada recientemente por Liu Qi, presidente del BOCOG, en una entrevista en el periódico oficial China Daily. Liu Qi precisó que el gobierno iba a aumentar sus esfuerzos propagandísticos antes de los JJOO, con el fin de crear un “ambiente positivo en la opinión pública”. “Es cierto que hay más ruedas de prensa, pero desde hace algunos meses es más difícil conseguir entrevistas cara a cara con algunos responsables”, ha precisado un periodista francés.
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Updated on 20.01.2016