Del periodismo al exilio: el trauma de una marcha forzada
Organización:
Reporteros sin Fronteras devuelve el uso de la palabra al centenar de periodistas que se han visto obligados a escapar de sus países tras haber sido atacados, o amenazados, en el ejercicio de su trabajo
Son decenas los que cada año emprenden, en silencio, sin tribuna, el camino del exilio. Procedentes fundamentalmente de Africa y Oriente Medio, y sobre todo de Eritrea, Somalia, Irak e Irán, la gran mayoría son víctimas de represalias de las autoridades de sus países u objetivo de milicias armadas y grupos criminales, políticos o religiosos. Reporteros sin Fronteras está auténticamente alarmada ante esta situación, cuya amplitud pone de manifiesto la degradación de la libertad de prensa en el mundo. En algunos países resulta extremadamente peligroso ser periodista, y usar la libertad de expresión. La inseguridad es enemiga de la libertad de prensa, el exilio de un periodista representa la pérdida de un testigo independiente y precioso de la situación política y social de un país.
Para esos periodistas obligados a marcharse de sus países, las peores heridas son el silencio y el olvido que rodean su exilio. Por eso Reporteros sin Fronteras les abre una tribuna, una página en su sitio de Internet, donde pueden testimoniar, publicar artículos e informar acerca de su situación.
Vídeos, artículos testimoniales, reportajes hechos durante el exilio…es el único arma que nos queda para devolver el uso de la palabra a estos hombres y mujeres que tienen la vida o la libertad amenazada, y para impedir que el exilio se convierta en la victoria de los opresores, reduciéndoles al silencio.
Los periodistas amenazados resisten hasta el último momento antes de huir. Su marcha responde a una necesidad, a un instinto de supervivencia. Roza Malsagova, redactora jefe del sitio informativo Ingoushetya.ru, no dudaba, cuando partió para diez días en la República Checa, de que no volvería a su casa en Inguchia, esa república del Caúcaso ruso, vecina de Chechenia, donde la población civil padece la peor de las violencias. Tras la muerte de su socio, Magomed Yevloev, cuando se encontraba en manos de las fuerzas del orden, Roza Malgasova no tuvo más remedio que decidirse a presentar una solicitud de asilo en Francia.
¿El exilio es una protección? En absoluto. Además de perder su derecho a informar, estos refugiados se enfrentan a nuevos peligros. La huída y las condiciones en que viajan pueden resultar extremadamente penosas. En algunos países, como Irán o Eritrea, el hecho de marcharse es, en sí mismo, una traición. Franquear la frontera a pie, esconderse en vehículos improvisados, refugiarse en pueblos, ocultarse de los guardias fronterizos, son cosas que marcan el ritmo del periplo del exilio. La protección es solo una de las facetas del exilio a la que se añaden la insoportable espera, el sufrimiento que causa el desarraigo y, a veces, el hambre. Un gran número de esos exiliados se encuentran en situaciones extremadamente difíciles, atrapados en situaciones de exilio prolongado y sin perspectivas de poder volver al país de origen, ni de integrarse en el país de asilo. Un periodista eritreo, refugiado en la capital sudanesa, nos habla de su desesperación: “Desde hace varios meses me escondo en Jartum, donde he alquilado un cuarto porque así corro menos riesgo de que me secuestren las fuerzas de seguridad eritreas, presentes aquí. Pero carezco de recursos y comer tres veces al día se ha convertido en un lujo. Me escapé de la cárcel y de las iras del poder, pero nunca tuve dificultades económicas. Ahora me siento atrapado, lejos de mi casa, frente a problemas sin precedentes”.
Los más afortunados, que han conseguido resolver el espinoso problema de los visados y el permiso de residencia, pasan por las dificultades propias de cualquier refugiado: partir de cero. Reencontrarse con la familia, alojarse, empezar un aprendizaje, encontrar trabajo, hablar con sus nuevos conciudadanos en la lengua del país de acogida…Cada uno de los elementos de la vida cotidiana representa un desafío, otra prueba más. Como dice un periodista sirio, refugiado en Europa: “Aquí no soy nada, tengo que volver a aprender todo, reconstruir todo. Incluso mi propia identidad”.
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25.01.2016