Clasificación RSF 2020 : Región Asia-Pacífico: entre el hipercontrol de la información y los excesos del nacionalpopulismo

En 2010, aún se alimentaban esperanzas de que la situación de la libertad de prensa mejorará en Asia y Oceanía. No obstante, la última década estuvo marcada por un estancamiento general. Esta región aún debe superar grandes desafíos: contramodelos con prácticas totalitarias, desarrollo de un populismo que expresa su odio a la prensa, una gran concentración de los medios de comunicación.

La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2020 de Reporteros sin Fronteras (RSF) nos enseña que la libertad de prensa está en peligro potencialmente en todos los países de Asia y Oceanía. Una prueba de ello es Australia (26o), que antes era un modelo regional y en esta edición de la Clasificación perdió cinco puestos, debido a los registros que realizó la policía federal en la casa de una periodista y en las oficinas de la Australian Broadcasting Corporation (radiodifusión pública). Este precedente pone en riesgo el secreto de las fuentes periodísticas y constituye una seria amenaza para el periodismo de investigación. Este suceso también recordó a los australianos que la Constitución de su país no contempla garantías relativas a la libertad de informar y ser informados.


En Asia se encuentra el país peor calificado del mundo en libertad de prensa: Corea del Norte (180o, -1). El régimen norcoreano mostró una aparente apertura a los periodistas extranjeros durante las cumbres de junio de 2018 y febrero de 2019, en las que se reunieron el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el “dirigente supremo” de Corea del Norte, Kim Jong-un, pero en esencia nada ha cambiado, por lo que este país sigue ocupando el último lugar de la Clasificación 2020.


En cuestión de represión, China (177o) le pisa los talones. El régimen sigue perfeccionando su modelo de hipercontrol de la información y de represión de las voces disidentes, como lo muestra la detención, en febrero de 2020, de dos ciudadanos chinos que habían decidido cubrir la crisis del coronavirus. Pero, sobre todo, China es la mayor prisión del mundo para los periodistas: cerca de una centena –la mayoría uigures– se encuentra entre rejas.


Los contramodelos, un desafío geopolítico


Vietnam (175o) ascendió un lugar en la Clasificación 2020, pero esto solo se debe a que la represión en el país fue más elevada en 2018 que en 2019. En cambio Laos (172o) descendió un lugar debido a la persecución que ha emprendido el régimen contra la blogósfera, que tímidamente empieza a surgir.


Otra novedad de 2020: a estos cuatro países –Corea del Norte, China, Vietnam y Laos– con un régimen comunista de partido único, que se encuentran en color negro en la Clasificación, se une Singapur (158o), cuyo gobierno se ha convertido en un maestro del control de la información; con su orwelliana ley contra las “noticias falsas”, la Ciudad-Estado descendió siete posiciones.


El sultanato de Brunéi (152o) también fortaleció su arsenal de control de la información con una reforma al Código Penal: ahora se sancionará con la pena de muerte todo discurso o publicación que se considere blasfemo para con la religión musulmana. Otros dos regímenes de la región han logrado perfeccionar un poco más su sistema para reprimir a las voces disidentes: Camboya (144o, -1), con Hun Sen como Primer Ministro, y Tailandia 140 o, -4), dirigida por el general Prayuth Chan-o-cha.


Paquistán (145o), que ha sometido a su control a casi todos medios de comunicación tradicionales, ahora multiplica sus intentos para hacer callar a las voces críticas en Internet. Resultado: el país retrocedió tres posiciones. Siguiendo el mismo camino, Nepal (112o) perdió seis puestos por intentar imponer una legislación liberticida.


Intolerancia política y religiosa


Estos contramodelos de la libertad de prensa representan un desafío geopolítico, al igual que los excesos del nacionalpopulismo, que no tolera el periodismo crítico, pues lo considera un comportamiento antigubernamental y, por ende, que va en contra de la nación.


Así, los reporteros que intentan hacer su trabajo se encuentran en primera línea y padecen la violencia policial, como se observó en Sri Lanka (127o, -1) y Hong Kong (80o), durante las manifestaciones a favor de la democracia. De hecho, esta región administrativa especial de la República Popular China perdió siete puestos en la Clasificación, uno de los mayores descensos registrados en Asia.


Los periodistas también son agredidos por militantes políticos progubernamentales. Fue el caso de Bangladesh (151o, -1), Filipinas (136o, -2) e India (142o, -2), donde el gobierno cortó todas las comunicaciones a los ocho millones de habitantes del valle de Cachemira, imponiendo el mayor apagón digital de la historia.


El ejemplo de India muestra la gran intolerancia de los grupos religiosos extremistas –en este caso, la derecha nacionalista hindú– frente a los periodistas que no siguen la línea oficial. También es el caso de los talibanes en Afganistán (122o, -1) y de los budistas fundamentalistas en Birmania (139o, -1), siempre dispuestos a imponer su visión del mundo a los medios de comunicación.


Ejércitos de “trolls”


La animadversión a la idea misma de una prensa independiente encuentra un semillero en Internet, uno de los principales campos de batalla de la guerra de la información. Las agresiones físicas a reporteros suelen estar precedidas o acompañadas de amenazas en las redes sociales por parte de ejércitos de “trolls” y ataques de “bots” procedentes de “granjas de clicks”. En Asia, estos “batallones digitales” son la punta de lanza del nacionalpopulismo, que se nutre en gran medida de desinformación y de incitaciones al odio difundidas en Internet.


En medio de esta compleja situación, la prensa juega un papel decisivo en el desarrollo y funcionamiento de la democracia, especialmente en períodos electorales. Es el caso de Indonesia (119o, +5), donde el presidente Joko Widodo, alias “Jokowi”, tiene la oportunidad de transformar a la libertad de información en una parte central de su segundo mandato.


Los llamativos ascensos de Malasia (101o, +22) y Maldivas (79o, +19) en la Clasificación confirman cómo la alternancia política puede contribuir a mejorar el ambiente de trabajo de los periodistas y avanzar en la lucha contra la autocensura.


En algunos países democráticos emergentes, la prensa también ha logrado posicionarse como un actor importante. Es el caso de Bután (67o, +13), Timor Oriental (78o, +6) y Samoa (21o, +1). En otros países, donde los gobiernos son menos tolerantes con los medios de comunicación críticos, como Fiyi (52o) y Mongolia (73o, -3), los periodistas han logrado resistir gracias a contar con la protección de las leyes.

Concentración y polarización


Los gobiernos usan como pretexto la seguridad nacional, en varios países democráticos, para restringir el libre ejercicio del periodismo. Esto se observa con frecuencia en Corea del Sur (42o, -1), donde la ley castiga severamente la difusión de información delicada, en particular sobre Corea del Norte.


Una de las mayores amenazas para la libertad de prensa en los países democráticos de Asia y Oceanía sigue siendo la creciente concentración de la propiedad de los medios de comunicación. Es el caso de Japón (66o, +1), donde las redacciones aún dependen en gran medida de la dirección de los keiretsu, grandes conglomerados que anteponen los intereses económicos a los periodísticos.


Esta lógica comercial obstaculiza la independencia de los medios de comunicación, sobre todo porque tiende a propiciar una polarización a ultranza, así como la búsqueda de sensacionalismo. Es el caso en Tonga (50o, -5), Papúa Nueva Guinea (46o, -8), Taiwan (43o, -1) e, incluso, Nueva Zelanda (9o), que tras erigirse en modelo para la región, ha descendido dos puestos en la Clasificación 2020, debido a la persistencia de una gran concentración de su paisaje mediático. El caso neozelandés ilustra cómo, en cualquier lugar del mundo, la defensa de la libertad de prensa exige defenderla de forma constante. 

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Updated on 20.04.2021